El Estado no es confesional
27/03/2013 - 00:00
Pero sólo el Estado, no la sociedad civil. Antes de llegar a esa convicción totalitaria de la política actual practicada por el socialismo europeo, hay que examinar y recorrer muchos conceptos. Los ciudadanos, en su individualidad e intimidad, adoptan sus creencias y valores libremente. Las instituciones naturales, como la familia, elige libremente también el modelo de convicción, de religiosidad y de educación para ser vivida y trasmitida a sus miembros. Existe la libertad de creación y elección de centro educativo de acuerdo con los valores y creencias de los padres pues ellos son los primeros formadores o responsables de la educación de los hijos. Lo mismo sucede con las organizaciones privadas. No todo es Estado en la sociedad pero sí que todo es social en el Estado. En una sociedad democrática como la nuestra existe libertad de asociación, de reunión, de manifestación, de información. Y todas esas organizaciones laborales, empresariales, sindicales, culturales, educativas, asistenciales, sanitarias, pueden ser legítimamente confesionales, cristianas, en nuestro caso.
El problema de la llamada aconfesionalidad del Estado en los países occidentales no ofrece mayores dificultades a nivel racional. Se acepta y se reconoce que toda confesión religiosa, nacida y arraigada libremente en planteamientos de conciencia, debe ser reconocida, respetada y favorecida por parte de la comunidad, constituida en Estado de todos y por todos, facilitando su práctica y desarrollo tanto privada como públicamente. El problema aparece dentro de la cultura y de la dialéctica del conflicto con que la izquierda, atea y materialista, plantea y politiza todos los asuntos relacionados con la religión, los valores, las creencias de los ciudadanos que traslada a la confrontación entre Iglesia y Estado. Quieren terminar con el modelo surgido del puente Milvio.
Están temerosos y recelosos del poder que tiene la religión en las personas y en las sociedades. Contemplan a la Iglesia como una resistencia más que obstaculiza su carrera hacia la conquista del poder. No entienden otras formas de poder que no sea la dictadura del proletariado y, una vez conseguido, aplican métodos totalitarios de lucha empleados contra otras fuerzas para ellos reaccionarias. Cuando un pueblo está envenenado por la prensa, la educación, la propaganda que procede del mismo centro ilustrado hasta convertirlo en adicto, hay que liberarlo antes de que pueda pensar y elegir libremente.
A la izquierda sólo les interesa la conciencia pública que ya se queda en opinión partidista, ideológica y totalitaria. Lo evidente es que la neutralidad exigida a todo Estado de derecho en materia religiosa se utiliza por la izquierda atea, allí donde gobierna, en Estado de militancia activa contra la Iglesia. No creen más que en el conflicto de fuerzas productivas y las confesiones religiosas -según ellos- son un aparato más del capitalismo ávido y devorador que hay que combatir con las mismas armas. Aconfesionalidad sí, pero sólo del Estado.