El final de los presidentes

03/04/2011 - 13:32 José Luis Gómez

 
A las izquierdas no jacobinas, a los progres de los ochenta, aún les cuesta decir España; prefieren llamarle Estado español, término que curiosamente hunde sus raíces en el franquismo. No es de extrañar, por tanto, que en esta sección de OTR andemos precisamente a vueltas con España. Y con el Estado español, claro. El presidente Rodríguez Zapatero, ahora agobiado por una crisis que le condujo a tomar decisiones impopulares, había iniciado la carrera que ahora toca a su fin en un clima mucho más relajado, con criterio propio a ese respecto. ¿Es España una nación? ¿Un Estado? ¿Una nación de naciones? ¿Un Estado federal que prefiere identificarse como el Estado de las Autonomías? ¿Una futura federación de naciones independientes? ¿O es otra cosa? Zapatero, lejos de sentenciar, alimentó en sus comienzos el debate al admitir que el concepto de nación es discutible; todo lo contrario que para el presidente del PP, Mariano Rajoy, para quien España es una nación. Y punto, que diría don Manuel (Fraga). Porque para otros matices ya tuvimos al ex presidente catalán, Pasqual Maragall, que contempla España como una nación de naciones, partiendo de que Cataluña es una nación. ¿A qué sorprende ahora este debate en medio de la crisis? Sin embargo, cuando pasen los agobios económicos volverá este debate de fondo, el de la cuestión territorial, que como reconoce el propio Fraga es el gran problema pendiente en España. Todos los demás, mejor o peor, están encauzados o aplazados. Las circunstancias condicionan tanto los grandes debates políticos que una misma persona, sin ir más lejos el propio Zapatero, ha pasado de ser el más deseado a terminar siendo el más vilipendiado, al tiempo que la agenda política del país cambiaba por completo. En pleno apogeo del milagro económico español, Zapatero encandiló a mucha gente con decisiones valientes como la conquista de nuevos derechos y libertades o la inolvidable retirada de España de Irak. Tras aquel tiempo de primavera, en su invierno político la crisis eclipsó su estrella y su suerte. No bastó su instinto para hacer frente a una crisis financiera global que por si fuese poco se solapó con el estallido de la burbuja inmobiliaria de España. Queda ahora para la historia determinar qué Zapatero pesará más: el de las libertades y la ilusión colectiva o el de una crisis que le vino dada y que tampoco pudo gestionar a su manera, ya que la España del euro está en manos de Alemania y de sus intereses. Hoy casi todos diríamos que el final de Zapatero es penoso; lo mismo había sucedido con el final de Adolfo Suárez y Felipe González. Sin embargo, Suárez ya está a salvo en la historia y Felipe va camino.