El fracaso de la izquierda

19/05/2011 - 00:00 Fernando Jáuregui

 
Decía Pompidou, el injustamente olvidado presidente francés, que la principal diferencia entre alguien de izquierdas y alguien de derechas eran la textura y colores de la corbata. Y esto, que obviamente tenía pretensiones de mera boutade, lo afirmaba ya en 1973, cuando ni se había derrumbado el muro de Berlín ni las 'internacionales ideológicas' (socialdemócrata, liberal, democristiana) habían entrado en caída libre. Sin embargo, tiendo a pensar, con Pompidou y sin duda hoy con muchas más razones, que los perfiles que diferencian a la derecha de la izquierda son crecientemente difusos, y que ya ni las recetas económicas, ni los planteamientos religiosos, ni las costumbres sociales, sirven para etiquetarnos: las etiquetas son emplastes ficticios creados, interesadamente, por las banderías. ¿Acabamos entonces con los partidos políticos, como sugieren algunos de los más radicales acampados al calor del movimiento 'democraciarealya'? Me parecería harto peligroso ese salto en el vacío. La democracia, lo digo desde la simpatía confesada a esos acampados que van a dar un vuelco a tantos planteamientos y a la propia recta final de la campaña, no puede estar adjetivada: ni es orgánica, ni revolucionaria, ni liberal, ni real. ¡Es la democracia, estúpido!, diría yo, parafraseando la célebre frase de James Carville, tan utilizada en la campaña de Bill Clinton, que nunca se sabrá si era de izquierdas (a su aire) o de derechas (al modo liberal americano).
 
    De ahí la falacia de utilizar, como lo hace pienso que equivocadamente Zapatero, el fantasma de la 'derechona' para convencer a sus votantes: me parece que los españoles buscan soluciones, no recetas con envase ideológico. Y lo mismo cabe decir para esos extremistas que se proclaman orgullosamente 'de derechas' (afortunadamente ninguno está entre los dirigentes oficiales del PP), disparando rabiosamente contra 'lo progre'. No creo, en suma, que estas elecciones del domingo (ni las generales de marzo, si es que finalmente tienen lugar entonces, y no antes) se jueguen sobre ese tablero. Tiendo a pensar que los 'indignados' que inventan eslóganes a lo 'mayo del 68' en esa Puerta del Sol que alguien, desmesuradamente, quiere comparar con la plaza Tahrir cairota (oiga, que esto es una democracia, todo lo incompleta que usted quiera, pero democracia al fin), quieren lo mismo que el resto de los ciudadanos: solución para sus problemas, que cada día acucian más. Nadie busca, me parece, implantar aquí un soviet desde la 'izquierda', ni abolir libertad alguna desde la 'derecha' (y, por favor, coloque usted comillas en ambos términos).
 
   Pretender, a estas alturas, que hay dos modelos de sociedad, dos españas, una desde la derecha y otra desde la izquierda, es una falacia. Sí, existen dos españas: la de la justicia y la de la injusticia, y de ambas cosas hay en esos dos pretendidos bandos que, me parece, el español común quiere cada vez más colaboradores y cercanos entre sí. Y, por favor, que no me diga nadie que eso significa ni el fin de los partidos ni el del actual sistema.
 
 fjauregui@diariocritico.com .
 
   

   

 
 
  
 
  
 
   
 
   
 
  
 
   
 
 
  
 
  
 
 
 
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