El gato francés

05/03/2021 - 11:20 Marta Velasco

Toda mi generación luchó por dejar atrás la censura, el provincianismo, la oscuridad y el 23-F. Por eso no puedo aceptar que lo que conseguimos juntos sea falseado por unos pocos.

Cuando empecé a colaborar en Nueva Alcarria tenía sobre mi mesa la foto de un gato francés sentado en una ventana, desde donde nos contemplaba con ojos de golosito, como en la antigua canción infantil, esperando un trocito de cruasán con mermelada. Era un gato grande, sedoso, negro, con calcetines blancos y una estrella blanca entre los ojos, era guapo y seductor, me lo habría llevado a casa. Pero vivía en un hermoso jardín francés, desayunando delicias y cautivando a huéspedes como nosotros, y yo regresaba a mi piso de Madrid y desayunaba café solo antes de ir a la oficina, así que, por su bien, él se quedó en su patria francesa y yo trato de inmortalizar su recuerdo, unido para siempre a alegres desayunos de amigos en vacaciones, un par de veces al mes, en esta columna.

Ahora los recuerdos ya no son un hecho natural archivado en la memoria que años después aparece y te hace reír o llorar.  Los buenos recuerdos que nos quedan son lejanos. No recuerdo la Semana Santa del año pasado en Sigüenza.  Ni el viaje de verano a Galicia con estupendos amigos, ni los divertidos días otoñales de playa en Vera. Tampoco recuerdo el tradicional Día del Cañal, en casa de Toya y Paco el año pasado: eran días maravillosos que no pudimos vivir por culpa de la pandemia. Los recuerdos felices se están quedando color sepia, y hay que fabricar otros de urgencia, los ratos con mis amigas las rubias, un domingo comiendo con mis primos, o la videollamada de mi hija cada tarde. Porque los recuerdos, grandes como la Historia de España, o pequeños como el gato francés, tristes como la ausencia de personas queridas, o felices como mi infancia y el nacimiento de mis hijos y nietos … Esos recuerdos son nuestra historia y nuestra vida. Son lo que somos y lo que nos ha traído hasta aquí, lo que tuvimos de amor, de amistad, de alegría y de dolor, de lucha, de éxito y de fracaso. Todo lo que fuimos, todo lo que tuvimos y todo lo que perdimos. Todo. 

También me siento orgullosa de haber sido testigo de la historia de mi país. Era una mujer cuando se hizo la Transición, toda mi generación luchó por la democracia, para dejar atrás la censura, el provincianismo, la oscuridad y el 23-F. Por eso no puedo aceptar que lo que conseguimos juntos, con el rey Juan Carlos y con Adolfo Suarez dirigiendo, con tanta generosidad y con tanto entusiasmo, sea desfigurado y falseado por unos pocos que vivieron con rencor lo que una gran mayoría celebramos como un triunfo, lo que nos unió por fin después de una guerra y una larga dictadura. Lo que nos integró en Europa y nos hizo progresar como país libre y justo. Esos son mis recuerdos, así que no vengan con cambios y versiones torticeras, porque la Transición Española ya está escrita con honor en la historia de nuestro pueblo.