El hundimiento

23/05/2011 - 00:00 Antonio Casado

 
   Son cantidades heterogéneas, claro, pero si ustedes se toman la molestia de aproximarse a la cifra total de votos obtenida por el PP por su lado y PSOE por el suyo, en cada comunidad, en cada ayuntamiento, verán que se confirma la generalizada previsión de que aquel repetía resultados o subía más o menos moderadamente (en votos populares, no en porcentajes o en actas conseguidas), mientras que el PSOE se hundía. En todo caso, la subida del PP en la suma de votos municipales, respecto a las elecciones de 2007, no se corresponde ni de lejos con la escandalosa pérdida de votos del PSOE.
 
    Cifras cantan. Mientras el PP sube en torno al medio millón de votos respecto a 2007, el PSOE pierde millón y medio. Significa que el carácter histórico de este triunfo del PP se asienta más en el dramático hundimiento del PSOE que en un irresistible ascenso del partido de Mariano Rajoy. Dicho sea por lograr una mejor radiografía del 22-M, y no por quitarle méritos al PP. Al fin y al cabo, en los términos relativos propios de los fenómenos electorales, ha sido el gran triunfador de las municipales y autonómicas del domingo pasado.
 
   Además de ese medio millón de votos municipales nuevos conquistado en la suma a escala nacional, la diferencia de dos millones de votos sobre el PSOE (palabras mayores) no admite dudas, es contundente y consolida al PP en su condición de favorito en las elecciones generales de 2012. Nada menos que diez puntos de ventaja, lo que le supone doblar la mayor diferencia obtenida hasta ahora en elecciones municipales (1995). Quien se lo tiene que hacer mirar es el PSOE, que ha visto como Zapatero arrastraba la marca hasta la bancarrota electoral. El desencanto de sus votantes confirma en las urnas la ruptura del pacto con sus votantes, perpetrado en mayo de 2010, cuando el presidente del Gobierno y secretario general del partido se puso a disposición de los mercados y de los organismos internacionales para llevar adelante un duro plan de reformas en los que su gente no se reconoce.
 
   Sin embargo, en su comparecencia de la noche electoral fue incapaz de hacer autocrítica en esa clave. La que intentó estaba dirigida a los ciudadanos, como presidente del Gobierno, en relación con el imponderable de la crisis económica, que es donde Zapatero localizó la caja negra de su fracaso. Pero no estaba en Moncloa sino en Ferraz. En ese momento ejercía de secretario general del partido. Se echó de menos algo parecido a una disculpa ante la militancia, pues él sabe perfectamente que los jóvenes seguidores en la noche triunfal del 14 de marzo de 2004 le rogaron "No nos falles" ahora acampan en la Puerta del Sol, donde se ha fraguado una causa general contra la clase política y el bipartidismo. Pero esa es otra historia.