El juez juzgado

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

La expectación que ha desencadenado el juicio contra el magistrado Fernando Ferrín Calamita, acusado de retardar el expediente de una mujer que pretendía lograr la adopción de la hija biológica de su compañera sentimental, trasluce el interés que ha despertado un caso que confronta a la Justicia con uno de sus dilemas más esenciales, que es el que mide la entereza y la profesionalidad de los jueces para anteponer la ley a sus creencias o inclinaciones personales.
La acusación del fiscal de que Calamita pudo haber actuado movido por animadversión hacia la orientación sexual de la demandante y de la madre de la pequeña supondría, en caso de quedar acreditada, que el encausado vulneró nada más y nada menos que el principio constitucional según el cual nadie puede ser discriminado por razón de sexo, religión o etnia. Es obvio que el juez juzgado ha de serlo con pleno respeto a su presunción de inocencia. Pero no deja de resultar sarcástico que sea él, un magistrado de carrera, quien confiese haber perdido toda confianza en esa Justicia que tiene la virtud de poder sentar también en el banquillo a quienes la puedan haber impartido con criterios contrarios a la ley.