El mal estado de la Educación

23/12/2010 - 00:00 Marta Valdenebro

En estos días o meses (uno puede pensar que toda su vida vivió así) en los que los medios de comunicación solo hablan de economía, hasta el más neófito en la materia –como pudiera ser yo mismo- siente la necesidad de lanzarse a explicar lo que, en muchas ocasiones, ni siquiera tiene claro que entienda. Esta situación a la que el ciudadano se enfrenta diariamente es la que motiva este pequeño artículo. En primer lugar no hace falta destacar que vivimos en una situación de crisis económica. Esta no afecta a todos por igual y, por desgracia, suele afectar de manera más notable a las personas con menos recursos. Desde ahí y conforme avanzamos en la estratificación económica de la sociedad, los distintos individuos que la componen van sintiendo más atenuadamente los efectos del desbarajuste económico. Nuestros gobiernos, así como los de toda Europa, se afanan en tomar decisiones entre políticas y económicas que puedan revertir esta situación. En estos últimos días se negocia, en el Pacto de Toledo, una más que probable reforma del sistema de pensiones. En líneas generales parece ser que será aumentado el periodo de cotización y se retrasará la edad legal de jubilación a los 67 años (aunque no se haya alcanzado acuerdo en este extremo) amén de otras modificaciones. Estas reformas se escudan en que “no queda más opción”, “seremos menos cotizantes y más pensionistas en 25 años”. Sí, parece cierto que nuestra pirámide de población arroja esa idea, pero existen otros datos que no se exponen. Como destaca Vincenç Navarro (Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University) en España las pensiones suponen un 9% del PIB y, produciéndose los peores augurios de la Unión Europea, llegaríamos al 15%. Parece algo menos dramático de lo que es si pensamos, por un momento, que otros países como Francia dedican más de un 13% de su PIB. Fíjense que en el peor de los escenarios dedicaríamos a pensiones algo parecido a lo que dedica hoy Francia. Esto añadido a la negativa continua de usar otra fórmula para solucionar ese problema si se llegara a presentar: ayudar con los impuestos. Otro de los asuntos clave es que seguimos observando, conforme se desarrolla la crisis, que los recortes, la austeridad, etc.. siempre perjudica a los mismos. Se comenzó con la bajada de sueldo de funcionarios (un cuerpo que dista mucho, si lo analizamos pormenorizadamente, de lo que la gente piensa) y empleados públicos. Después una reforma laboral nada interesante para los trabajadores –la mayoría de los españoles- , además de otros recortes más concretos (fin de los 426 euros cuando más se necesitan, de los 2.500 euros por hijo y un largo etcétera). Como vemos, entre las medidas encontramos pocas trabas para los que han provocado la crisis y ningún aumento para los tramos más altos del IRPF. Podríamos extendernos mucho más en las cuestiones anteriores pero creo que la idea está clara. Y todo esto ¿para qué? Pues en muchas ocasiones, quizás demasiadas, estas medidas buscan, principalmente, satisfacer las demandas de lo que comúnmente llamamos “los mercados”. Es curioso cómo la voz de los ciudadanos no se escucha pero sí, por el contrario, se pone gran atención en ese ser incorpóreo… pero que existe, sin duda. “Los mercados” encubren con supuestas medidas económicas la ideología política neoliberal y, a día de hoy, siguen especulando con la deuda de los Estados. No hace falta que expliquemos lo que solicitan porque se puede ver diariamente representado en las medidas que los países van tomando. Pero el problema mayor radica en que los mercados no atienden a los “sacrificios” que los gobiernos les ofrecen. Es indiferente qué decisiones tomes porque si llega el momento, y no sabría explicar qué se necesita para que ese momento llegue, acabarán con la economía de cualquier país. Para traducirlo al Román Paladino pongo un ejemplo. La gente se pregunta si España será rescatada por la UE como lo han sido Grecia e Irlanda. Cada analista se afana en explicar por qué sí o por qué no sucederá tal circunstancia pero, en realidad, es más fácil de explicar de lo que parece: seremos rescatados si “los mercados” quieren y no lo seremos si no. Nos han demostrado en numerosas ocasiones que pueden hundir la bolsa, hacer duplicarse o triplicarse o vaya usted a saber el precio al que vendemos nuestra deuda, acercar o alejar nuevos inversores, etc… Todos estos elementos que los gobiernos tratan de controlar con las medidas que hemos comentado y otras, responden negativamente en un segundo al silbido de la agencia de calificación de turno –esas empresas, organismos o no sabría cómo definirlos-. Fíjense: una famosísima agencia de calificación comentó, hace un unos días, que veía ciertos problemas o claroscuros en la economía española. Al día siguiente la bolsa cae sustancialmente y aumenta el interés al que colocamos nuestra deuda. ¿Cómo se lucha contra eso? Sin un plante a nivel supranacional es imposible. Por último comentar cómo esos “mercados” han sustituido al poder democrático que la ciudadanía de un Estado representa. Los ciudadanos no tienen el control directo, democrático, sobre los temas relacionados con la economía; y en cuanto al resto de asuntos públicos, lo mantendrá mientras no interfieran con los primeros. Por lo tanto parece poco apropiado seguir ahondando en las recetas tradicionales, a costa de los trabajadores y trabajadoras, en vez de buscar, de manera conjunta e internacional, alternativas que pongan como objetivo proteger a los ciudadanos y no a “los mercados”. Debemos buscar una salida social de hecho.