El metro de un siglo

21/10/2018 - 13:29 Javier Sanz

Le toca el himno a Marta Sánchez, que ya sabe que un pollo institucional dura tres días menos que un sarampión e inmuniza. 

El miércoles se inició el centenario, hacia atrás. En un año, y a 17 de octubre, se cumplirán 100 años de la inauguración del subterráneo que ha puesto la capital del reino en punto a las siete, de Aluche a Cuatro Caminos a cambio de un salario mínimo que ahora se lo juegan al póker en el tren de la línea Madrid-Bruselas, como en El Golpe. Alfonso XIII de pingüino, sombrero de copa y bastón, montaba en Sol y se apeaba en Chamartín. Hoy, al bisnieto, terno marino y corbata frambuesa con topitos blancos y un cuñado en el trullo, le franqueaba la puerta una consejera de Transportes seguntina y el maquinista leía el Marca con las suelas en el volante porque cada arranque y cada parada de las 301 estaciones cabe en un chip. 
Un carné rojo de plástico duro con siete estrellas blancas en la esquina corre las puertas de metacrilato y en el Saloon comienza el espectáculo que se ensaya a diario con la precisión que ya quisiera Billy Elliot, cada cual en el vagón desenfunda un móvil donde lee el último tiroteo de un colegio en Boston hace diez minutos o guasapea con el grupo de BUP, la lista larga que sabe que tiene la pensión en stand by, salvo que venga una gripe como la de hace otro siglo y se lleve por delante de los nonagenarios hacia abajo, hasta que cuadre. La gente de las siete, de lunes a viernes, es de orden y se tiene firme aunque lleve plomo en la mochila; sábado y domingo actúan los suplentes, sentados en el suelo con la cabeza entre las rodillas. La compañía no descansa ni los lunes en el gran teatro del mundo que es el foro, la corte de los milagros de Valle Inclán, donde el más útil milagro es que cada barrio se desagüe por la bocana de un laberinto que marca el territorio comanche con un rombo horizontal enmarcado en rojo que va cambiando de nombre conforme se alternan en el volante los comités, cada cuatro años.
En un año, un siglo. Es posible y lo contrario que llegue la reina vestida de Zara para cortar la cinta en un Sol subterráneo que huele a gofre que mata, que el cuñado siga a la sombra y que la consejera seguntina haya ascendido. Pero es seguro que cada currante verá amanecer después de subir las escaleras con su bola de Sísifo en el cogote, una bola cada vez más pesada que sólo Magdalena Valerio, eligiendo a la fuerza la fe del carbonero antes que las quebradas del Ibex 35, intenta que rule hacia los costaleros más jóvenes. Tirso de Molina-Sol-Gran Vía-Tribunal… y Sabina, cojo de la garganta. Le toca el himno a Marta Sánchez, que ya sabe que un pollo institucional dura tres días menos que un sarampión e inmuniza.