El Monopoly con la soga al cuello

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

El comentario
Carlos Carnicero, Periodista
La política norteamericana está en proceso de deconstrucción, lastrada por la inercia de unos mercados sin control público, en donde la cuestión capital es si una intervención masiva es posible sin garantías de que el estado salvador pueda tener el control de las catástrofes financieras antes de que se produzcan. Los líderes políticos norteamericanos tienen reparos en unir su suerte a la del plan que se niegan a aprobar.
La soledad del presidente George W. Bush es patética; su fracaso inconmensurable. Su herencia, difícil de gobernar. A su lado, los representantes buscan su defensa individual conscientes de que ser cómplices de la receta de salvación les puede lastrar el resto de su vida política. En el Capitolio sólo se oye un grito: sálvese quien pueda. Los ciudadanos en la calle miran desorientados el proceso por el que sus vidas serán hipotecadas por el inmenso déficit promovido por un plan de ayuda que evitara el colapso ahora pero que puede relegar a Estados Unidos como motor de la economía mundial. En Europa se observa con perplejidad que el imperio económico norteamericano se soportaba sobre papeles de crédito basura. Nada era lo que parecía.

El efecto dominó puede hacer saltar el sistema financiero global como una caída en cadena de fichas de la que nadie esta enteramente a salvo. El contribuyente, el hombre común, mira al cielo para ver si los chuzos de punta de esta economía de Monopoly le terminarán por arrastrar en un torrente que hoy día parece imparable. Si el presidente Bush, teóricamente el hombre más poderoso del planeta, no puede conseguir que los congresistas de su partido aprueben un plan que suplica con desesperación, ¿en manos de quién está la humanidad?
Sin duda lo más urgente es que el barco de la economía mundial no se hunda porque ese torbellino se puede tragar todo un sistema de vida sin capacidad de repuesto instantáneo. Pero el paso siguiente tiene que ser la reforma profunda de un sistema de mercado que necesita un panel de control político y global para que los capitanes convertidos en piratas no sigan saqueando hasta la dignidad de las personas comunes que están absolutamente indefensas en manos de ejecutivos multimillonarios que sólo miran por ellos mismos. Nada puede ser igual después del 29 de septiembre de 2008, el día que las bolsas vieron de cerca el abismo.