El mundo cambiará de color

09/10/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Habrá que esperar unos años, unas décadas, quizás; pero dentro de este siglo el mundo cambiará de color. La infancia y una buena parte de la juventud, tendrán un rostro sobre todo africano. Así lo asegura, y no a humo de pajas, el informe Generatión 2030. África, hecho público por UNICEF el pasado verano. En el año 1950 uno solamente de cada diez niños del mundo vivía en África, en tanto que un siglo después, en el año 2050, es más que probable que cerca del 40% de los jóvenes menores de dieciocho años serán africanos. El dato se da de bofetadas con el censo poblacional de los países de Occidente, de las naciones desarrolladas, entre ellas la nuestra, donde los resultados podrán ser justamente todo lo contrario, es decir, poblaciones envejecidas con lo que ya deberíamos empezar a contar. Está previsto que dentro de sólo unos meses, la población total de menores de 18 años en el continente africano, sea de 540 millones, en tanto que, treinta y cinco años después, en el 2050, esté muy cerca de los 910 millones. Los países demográficamente más prometedores son Nigeria, Tanzania, la República Democrática del Congo y Níger. Las causas por las que se llegará a producir esa desproporción en el mundo son varias y de muy distinto cariz; pero entre ellas se cuenta con que el número de mujeres africanas en condiciones de concebir se ha quintuplicado durante los últimos sesenta años, a lo que hay que añadir una fecundidad más alta, ya que presentan una media de 4,7 hijos por mujer, mientras que en Asia se viene dando un 2,2 y en el conjunto del mudo un 2,5. Lo cuál nos lleva a admitir que, según las proyecciones de distribución poblacional de la ONU, el número de habitantes se duplicará en África antes del año 2050; pasando de los 1.200 millones que tiene ahora, a los 2.400 que podrá tener dentro de treinta o de cuarenta años. Por otra parte, la mortandad infantil en el Continente Negro, ha pasado a ser en los últimos veinticinco años, de un niño por cada seis, a un niño por cada once en el momento actual; hecho al que han contribuido de manera efectiva los mejores sistemas de alimentación y de higiene entre sus habitantes. ¿Qué nos quiere decir todo esto? Las consecuencias a treinta o cuarenta años de distancia son imprevisibles, y por tanto imprecisas; si bien, todo nos hace pensar que por caminos de paz y de buen entendimiento, que sería lo deseable, o de discordia y violencia, que no conviene descartar, el mundo -si es que no nos lo hemos cargado antes- no entrará en el siglo XXII como ha entrado en el presente. El descenso demográfico por el que desde hace tiempo viene apostando el mundo civilizado, más bien antes que después se convertirá en nuestro principal problema, por encima del paro y de la escasez de alimentos, mientras que los países del tercer mundo, África, llevarán las de ganar por razón de justicia. Se habla de “suicidio demográfico” a lo que está ocurriendo en Occidente, y en realidad lo es. Moraleja: se toman medidas serias en favor de la maternidad y de la familia, o habrá que atenerse a las consecuencias.