El mundo de la moda planta cara a la crisis
27/10/2011 - 00:00
Como cada año, desde hace 20, la revista Telva congregó el pasado lunes, en el Palacio de Cibeles (antigua casa de Correos), a un buen número de diseñadores, modelos, actores, cantantes, gente de la cultura y el periodismo, hasta un total de cuatrocientas personas, lo que demuestra el poder de convocatoria de una revista que se ha ganado a pulso un prestigio que le reconocen hasta sus más inmediatas competidoras, que las tiene y muy buenas.
Razón por la que asistir la entrega de los Premios T de Telva se ha convertido en una obligación social para todos aquellos que tienen que ver con el mundo de la moda, que como tantos otros sectores del país está sufriendo en propia carne los rigores de una crisis a la que hay que hacer frente cambiando nuestros hábitos de consumo, con imaginación, arriesgando, pero sobre todo adaptando los precios a las actuales necesidades de un público que ya no puede consumir con la misma alegría que lo hacía hace años, pero que tampoco quiere prescindir de comprarse un Caprile, un Hanibal Laguna, un David Delfín, o un Roberto Verino, con los que lleva tanto tiempo soñando.
Una opinión generalizada entre la mayoría de los diseñadores que acudieron a la fiesta es que los tiempos han cambiado, y esta crisis pasará, como han pasado todas las que hemos viviendo en los últimos treinta años.
Algo de lo que sabe mucho el gran homenajeado de la noche, Elio Berhanyer, al que se le hizo entrega de la T de Telva a toda una vida dedicado a hacer soñar a millones de mujeres de nuestro país. Un artista que sabe lo que es pasar necesidades -no se puso unos zapatos hasta cumplidos los 18, no por excéntrico, no, sino porque no tenía posibilidad de comprárselos, tal era de precaria su situación económica-, pero quien a fuerza de trabajo, de privaciones, alcanzó fama internacional. De ahí ese merecido homenaje cuando ha pasado ya la barrera de los 80.
En esta noche mágica se echó en falta eso sí la presencia de la Infanta Elena, habitual a esta fiestas -antes incluso de que conociera al que después se convertiría en su marido Jaime de Marichalar-, que este año ha declinado la invitación para evitar que los periodistas le preguntaran por los negocios de su cuñado Iñaki Urdangarin, de los que el grupo editorial que sustenta Telva se ha hecho eco estos días.
Lástima, porque soy de las que piensa que en casos como este lo mejor es dar la cara, más si se trata de un miembro de la Familia Real, para quienes debe primar la obligación por encima de cualquier otra consideración, por muy loable que esta sea. De sobra sabe la Infanta que nadie, o casi, se iba a atrever a preguntarle por un tema tan delicado, entre otras razones porque ni las Infantas ni los Príncipes de Asturias suelen detenerse ante las cámaras
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