El nobel revelde
01/10/2010 - 09:45
LITERATO: Nació en 1916 en Iria Flavia, en La Coruña y empezó, casi siendo un adolescente la carrera de Medicina en Madrid. Más tarde la dejaría por la literatura aunque su afán de estudiar le llevó también a comenzar Derecho, unos estudios que también abandonaría para dedicarse definitivamente a la escritura. En 1944 contraía matrimonio y dos años más tarde tendría a su único hijo, Camilo José Cela Conde. Pronto sus obras no pasarían desapercibidas y entre su producción literaria destacan, La Familia de Pascual Duarte, Viaje a la Alcarria o La Colmena que le reportaría el Premio Nobel de Literatura en 1989. Se casó con María Castaño en segundas nupcias en 1991, año en el que se inauguró la Fundación que llevaría su nombre en Iria Flavia. El Rey Don Juan Carlos le concedió el título de Marqués en 1996. Falleció el 16 de enero de 2002 a los 85 años de edad, en Madrid a causa de una insuficiencia cardiorespiratoria.
Como dice el estoico, cada día la vida nos revela la nada que somos, nos recuerda nuestra fragilidad. El 16 de enero de 2002 fue uno de esos días en los que el reloj nos pone en claro que pasamos por este mundo como sombras, como viajeros que van en postas. Camilo José Cela nunca se rendía, pero ayer admitió que había llegado su momento. Cuando aún no despuntaba el sol, cuando aún la noche no había recogido su manto de estrellas, Don Camilo, porque Cela se había ganado el don con que le conocían los que le admiraban, fallecía a los 85 años de edad, en la Clínica Centro de Madrid, a causa de una insuficiencia cardiorespiratoria. Como final magistral de una de sus novelas, decidió ser velado por familiares y vecinos en la Fundación que lleva su nombre, en el rincón del mundo que le vio nacer, en Iria Flavia, y fue enterrado en el cementerio de Adina, al pie de un olivo centenario. Era el último párrafo de su muerte escrito en vida.
El 11 de mayo de 1916, nacía en Iria Flavia, provincia de La Coruña, el primogénito de la familia Cela Trulock, que era bautizado con los nombres de Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Jerónimo. Esta rimbombancia propia de la clase alta le acompañaría el resto de su vida, pero no por ser marqués, título que se le concedería siendo ya octogenario, sino por su carácter. Cuando apenas tenía 10 años, la familia Cela Trulock se instala en Madrid, adonde es destinado el padre y Camilo José inicia sus estudios en el colegio de los escolapios de Porlier. Más tarde, ya en la adolescencia, es internado en el sanatorio del Guadarrama, aquejado de tuberculosis pulmonar y los periodos de reposo que su enfermedad le imponía los emplearía en intensas lecturas de la obra completa de Ortega y Gasset y la colección completa de clásicos españoles de Rivadeneyra. Nada volvería a ser igual para ese adolescente que conocía la profundidad del filósofo en una España republicana, plena de libertad y de ideas revolucionarias. En 1934, Cela inicia la carrera de Medicina en la Universidad Complutense, pero muy pronto abandona estos estudios para asistir, en la nueva Facultad de Filosofía y Letras, a las clases de Literatura española contemporánea de Pedro Salinas, a quien confía sus primeros poemas. Allí se hace amigo del escritor y filólogo Alonso Zamora Vicente. También se hace amigo de Miguel Hernández y María Zambrano, en cuya casa de la plaza del conde de Barajas conoce en tertulia a Max Aub y otros escritores e intelectuales. Se impuso el destino y la bata blanca dio paso a la pluma magistral que le haría ser merecedor del premio más ansiado, del Premio Nobel de Literatura, que recibiría en 1989.
Cela concluye Pisando la dudosa luz del día cuando la guerra civil ha estallado ya y Madrid es asediada. El escritor, integrado en el ejército nacional, es herido en el frente y hospitalizado, pero finalizada la contienda, un jovencísismo Camilo José recoge lo que dejó por las armas en el mismo punto. Estudia derecho, en un intento de desasirse del mal que le carcome, de una querencia por la literatura que en el Madrid de la posteguerra no daba de comer. Pero todo intento fue en vano. Consigue sacar a la luz las primeras publicaciones en España, entre ellas una hoy inencontrable biografía popular de san Juan de la Cruz que firma con el seudónimo de "Matilde Verdú" y el artículo titulado Fotografías de la Pardo Bazán, que aparece en el número 25 de la revista Y en febrero de este año. Ya no hay marcha atrás. En enero de 1942 concluye La familia de Pascual Duarte que las revistas literarias del momento, entre ellas El Español y La Estafeta literaria, aplauden unánimemente pero es objeto de efectivos ataques por parte de Ecclesia, portavoz de la Jerarquía católica. La segunda edición se prohibirá, pero eso, lejos de amilanar a Cela, le hizo abandonar sus estudios de Derecho y su empleo y dedicarse por completo a la literatura. La vocación terminó imponiéndose. Gracias a esa decisión que le llevó a arrastrar fama de hombre peleón, hoy, la literatura española cuenta con obras magistrales como La Colmena o Viaje a la Alcarria, y otras, que le supusieron reconocimientos como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, su investidura como doctor Honoris Causa por la Universidad de Sarajevo o, incluso, la concesión de la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo. Y en el camino de su existencia, dos matrimonios, el primero con María Rosario Conde Picavea, en plena juventud, a los 28 años, de cuya unión nace su único hijo Camilo José Cela Conde, y el segundo con Marina Castaño a los 75. Para entonces la fusión entre su imagen pública y la de creador de novelas era una. La polémica estaba servida pues para muchos Don Camilo era una muestra, un ejemplo clamoroso, de la fusión entre vida y literatura. Su forma de escritura no era una prolongación de su escritura sino la escritura misma. Quizá por eso nada logró apartar al literato de sus creación que mantuvo hasta ayer, cuando se lo llevaron las sombras.En España, el que resiste gana, decía cuando esa estrategia de la fama, del culto a la personalidad y la voluntad imperativa que se le adjudicaban no le daba más opciones. Pero en el fondo, Cela no era eso lo que buscaba: Escribo desde la soledad y hablo también desde la soledad. El hombre que busca la soledad tiene mucho de dios o de bestia. Me reconforta la idea de que no he buscado, sino he encontrado la soledad, y desde ella pienso, trabajo y vivo. Don Camilo dejó atrás su disfraz de beligerante y puede hablar de la soledad sin empacho e incluso con cierta agradecida y dolorosa ilusión.
El 11 de mayo de 1916, nacía en Iria Flavia, provincia de La Coruña, el primogénito de la familia Cela Trulock, que era bautizado con los nombres de Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Jerónimo. Esta rimbombancia propia de la clase alta le acompañaría el resto de su vida, pero no por ser marqués, título que se le concedería siendo ya octogenario, sino por su carácter. Cuando apenas tenía 10 años, la familia Cela Trulock se instala en Madrid, adonde es destinado el padre y Camilo José inicia sus estudios en el colegio de los escolapios de Porlier. Más tarde, ya en la adolescencia, es internado en el sanatorio del Guadarrama, aquejado de tuberculosis pulmonar y los periodos de reposo que su enfermedad le imponía los emplearía en intensas lecturas de la obra completa de Ortega y Gasset y la colección completa de clásicos españoles de Rivadeneyra. Nada volvería a ser igual para ese adolescente que conocía la profundidad del filósofo en una España republicana, plena de libertad y de ideas revolucionarias. En 1934, Cela inicia la carrera de Medicina en la Universidad Complutense, pero muy pronto abandona estos estudios para asistir, en la nueva Facultad de Filosofía y Letras, a las clases de Literatura española contemporánea de Pedro Salinas, a quien confía sus primeros poemas. Allí se hace amigo del escritor y filólogo Alonso Zamora Vicente. También se hace amigo de Miguel Hernández y María Zambrano, en cuya casa de la plaza del conde de Barajas conoce en tertulia a Max Aub y otros escritores e intelectuales. Se impuso el destino y la bata blanca dio paso a la pluma magistral que le haría ser merecedor del premio más ansiado, del Premio Nobel de Literatura, que recibiría en 1989.
Cela concluye Pisando la dudosa luz del día cuando la guerra civil ha estallado ya y Madrid es asediada. El escritor, integrado en el ejército nacional, es herido en el frente y hospitalizado, pero finalizada la contienda, un jovencísismo Camilo José recoge lo que dejó por las armas en el mismo punto. Estudia derecho, en un intento de desasirse del mal que le carcome, de una querencia por la literatura que en el Madrid de la posteguerra no daba de comer. Pero todo intento fue en vano. Consigue sacar a la luz las primeras publicaciones en España, entre ellas una hoy inencontrable biografía popular de san Juan de la Cruz que firma con el seudónimo de "Matilde Verdú" y el artículo titulado Fotografías de la Pardo Bazán, que aparece en el número 25 de la revista Y en febrero de este año. Ya no hay marcha atrás. En enero de 1942 concluye La familia de Pascual Duarte que las revistas literarias del momento, entre ellas El Español y La Estafeta literaria, aplauden unánimemente pero es objeto de efectivos ataques por parte de Ecclesia, portavoz de la Jerarquía católica. La segunda edición se prohibirá, pero eso, lejos de amilanar a Cela, le hizo abandonar sus estudios de Derecho y su empleo y dedicarse por completo a la literatura. La vocación terminó imponiéndose. Gracias a esa decisión que le llevó a arrastrar fama de hombre peleón, hoy, la literatura española cuenta con obras magistrales como La Colmena o Viaje a la Alcarria, y otras, que le supusieron reconocimientos como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, su investidura como doctor Honoris Causa por la Universidad de Sarajevo o, incluso, la concesión de la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo. Y en el camino de su existencia, dos matrimonios, el primero con María Rosario Conde Picavea, en plena juventud, a los 28 años, de cuya unión nace su único hijo Camilo José Cela Conde, y el segundo con Marina Castaño a los 75. Para entonces la fusión entre su imagen pública y la de creador de novelas era una. La polémica estaba servida pues para muchos Don Camilo era una muestra, un ejemplo clamoroso, de la fusión entre vida y literatura. Su forma de escritura no era una prolongación de su escritura sino la escritura misma. Quizá por eso nada logró apartar al literato de sus creación que mantuvo hasta ayer, cuando se lo llevaron las sombras.En España, el que resiste gana, decía cuando esa estrategia de la fama, del culto a la personalidad y la voluntad imperativa que se le adjudicaban no le daba más opciones. Pero en el fondo, Cela no era eso lo que buscaba: Escribo desde la soledad y hablo también desde la soledad. El hombre que busca la soledad tiene mucho de dios o de bestia. Me reconforta la idea de que no he buscado, sino he encontrado la soledad, y desde ella pienso, trabajo y vivo. Don Camilo dejó atrás su disfraz de beligerante y puede hablar de la soledad sin empacho e incluso con cierta agradecida y dolorosa ilusión.