El nuevo capitalismo

12/09/2012 - 00:00 Jesús Fernández




Deberíamos abandonar todo lenguaje dialéctico sobre la crisis económica actual viéndola como un paréntesis en el desarrollo o crecimiento material que creíamos imparable. Profunda decepción en nuestra generación. Las reflexiones y discusiones sobre su comienzo, su duración, su extensión y profundidad. El análisis de sus causas, las condiciones para su salida o superación. El deseo de una vuelta a la situación anterior y el esfuerzo o renuncias impuestas para conseguirlo no son más que representaciones ideales y esquemas abstractos de la mente. Retórica y nominalismo. La realidad es más unitaria. Nos encontramos ante un fenómeno de fracaso del hombre, de fracaso del capitalismo, de fracaso de la organización y relación social. Han desaparecido muchos mitos, han caído muchos dogmas. Por el contrario, han aparecido muchas grietas, han fallado muchas premisas y se ha demostrado que eran falsas nuestras previsiones.

  La situación actual en que ha entrado nuestra economía no tiene nada que ver con una crisis transitoria, provisional o pasajera sino que apunta a una corrección del capitalismo moderno. No sirve el capitalismo convencional ni el capitalismo de Estado propiciado por la socialdemocracia en el que muchos habían puesto su esperanza. El socialismo como sustitución del humanismo histórico se ha demostrado como inútil. Se habla y se impone un nuevo espíritu del capitalismo. Nadie niega su capacidad normativa para impulsar la creación, acumulación y distribución de riqueza y bienestar. Se defiende, incluso, su implantación y adecuación antropológica en el sentido de que parece ser el sistema económico que mejor representa la naturaleza del hombre, sus motivaciones y aspiraciones de desarrollo en la sociedad. Ha demostrado su validez histórica y universal y se acepta como parte de nuestra cultura y visión de la vida.

  Pero ahora las preguntas no son tanto teóricas sino en la línea de qué aporta la política económica a la vida de los hombres. Por lo demás, algunos hemos confundido la reciente Unión Europea y la consiguiente unión monetaria con una igualdad de las economías de los países participantes sin darnos cuenta de que la arquitectura del Euro no modifica las condiciones del valor o del producto de cada país. Se es pobre o se es rico de acuerdo con la laboriosidad, la productividad y la competitividad de cada economía nacional a pesar de tener una moneda única. El valor del mercado no ha cambiado aunque haya cambiado el instrumento de medición. En primer lugar, el capitalismo y su modelo económico tienen que tener unos límites y unas condiciones.

  Los límites están en la razón y las condiciones en la ética. No hay economía sin moral y el principio distribuidor de esos compromisos es el valor y dignidad del hombre que no es un instrumento de la economía sino un fin. De lo contrario, los hombres nos convertimos en una banda de salteadores, como advertía S. Agustín a sus empresarios y gobernantes en el Imperio Romano. El problema del capitalismo moderno consiste en que ha renunciado a las exigencias de los principios y se ha entregado a la dictadura de la realidad y del beneficio. Ya nadie lucha por las ideas sino por el rendimiento.

  La crítica del capitalismo tiene que insistir en el vacío de valores y en el desprecio del hombre que ha propiciado así como la exaltación del mercado y de la dependencia en las relaciones laborales y profesionales. Si el capitalismo es considerado como el origen de la riqueza y del progreso también es el responsable de la pobreza, del desempleo y de la desigualdad en el mundo. Todo ello revierte, a su vez, al terreno de la ideología y de la ética cuando ese espíritu del capitalismo contribuye a la formación del egoísmo histórico y colectivo como base de la sociedad.