El odio como negocio

10/01/2011 - 00:00 Fermín Bocos

El odio, vende. Identificar al rival político como el odioso enemigo al que hay que desacreditar y difamar es el peligroso juego que practican algunos medios de comunicación especializados en destruir famas y biografías. Hay ejemplos caseros de esta forma repudiable de ejercer el periodismo, pero el fenómeno es internacional. En Estados Unidos son legión los predicadores radiofónicos y televisivos especializados en destilar odio contra quienes no comparten su visión del mundo. Al hilo del intento de asesinato de la congresista demócrata Gabrielle Giffords nos alcanza una polémica que, en síntesis, divide allí al personal entre quienes denuncian la influencia de este tipo de programas en la creación de un estado de crispación política que puede desembocar en hechos como la matanza de Tucson (Arizona) y quienes opinan que es una exageración culpar de semejante crimen a quienes siembran odio a través de las ondas. Tengo para mí que sería un exceso establecer una relación directa entre el atentado contra Gabrielle Giffords y el odio político que destilan algunos medios de aquel país, pero dicho esto, creo que convendría reflexionar acerca del clima que generan este tipo de emisiones. Si se aceptan reglas de juego democráticas hay que aceptar la crítica de las ideas políticas y la de las acciones de los políticos, pero el odio está fuera de lugar porque es el germen de la dictadura. Claro que también es fuente de buenos negocios mediáticos, como bien saben quienes están detrás de los muñecos que ponen la cara y se hacen famosos gracias al odio que despachan en sus programas.