El pacto y el perdón
08/02/2011 - 00:00
Los hijos de Batasuna quieren ser legales, presentarse a las elecciones, ocupar cargos en los ayuntamientos, manejar fondos públicos, evitar el bloqueo económico, obtener el estatus de ciudadano predilecto. Para ello han dicho, después de un profundo debate y un sacrificio terrible, que están dispuestos a condenar la violencia "futura", sea de algún grupo alborotador que la práctica o sea del Estado, que ya saben ustedes que se pasa los días y las horas torturando a ancianas, niños y pobres demócratas. Y hay que estar alborozados porque es "un cambio significativo" en la conducta y en las declaraciones de los amigos de ETA, la peor lacra que ha sufrido de España desde hace más de cuarenta años. ¿Basta con eso? Hay muchos ciudadanos españoles que se temen lo peor.
Dos cosas no se deberían olvidar. Si algo ha funcionado contra ETA ha sido el acuerdo casi sin fisuras entre PP y PSOE, con el respaldo casi unánime de todos los ciudadanos. Ese pacto ha propiciado la eficaz acción policial y el respaldo internacional, ha arrinconado a ETA, la ha descapitalizado y deslegitimado, la ha eliminado, casi totalmente, de la vida pública y, sobre todo, le ha quitado cualquier esperanza de que por la vía del asesinato o de la violencia iba a conseguir algo. ETA ha perdido definitivamente la guerra aunque aún pueda ganar alguna batalla. Sólo la unidad de los demócratas, sin fisuras, sin resquicios, puede garantizar el final definitivo del terrorismo en España. No puede haber un paso atrás. Ni uno. La línea está clara: o son ETA o están contra ETA. Que lo prueben y que exijan el abandono de las armas. Y casi estaremos dispuestos a aceptar su compañía.
Pero hay otra segunda cuestión clave. Para hablar de generosidad y de perdón hay que hablar antes de justicia. Y de perdón a las víctimas. Reitero lo dicho en otras ocasiones: no basta con condenar la violencia sin denunciar a los asesinos. En esta tragedia que ha costado la vida a casi mil españoles y daños físicos o psíquicos a muchos miles más, que ha expulsado de su tierra a cientos de miles de vascos y que ha impedido la libertad y la democracia plena en esos territorios, hay que exigir algo más: que los asesinos pidan perdón público a las víctimas.
El terrorismo acabará cuando los asesinos devuelvan el protagonismo a las víctimas, cuando éstas reciban la compensación moral que merecen por lo que han sufrido. Las víctimas, lo decía Antonio Beristain, nunca han respondido a la violencia con violencia, pero ni ellas ni nosotros podemos permitir que se consagre la impunidad. No habrá "normalidad" ni justicia ni paz si los asesinos no piden perdón público a las víctimas. El precio sigue siendo el mismo: perdón a las víctimas y entrega de las armas.