El padre de todas las derrotas

29/11/2010 - 00:00 Antonio Pérez Henares

Montilla no es el primero de la lista. Es el tercero. El primero fue Touriño y la primera comunidad en caer Galicia. A López Aguilar le tocó el segundo y las europeas. Cataluña, con estrépito, ha sido la tercera ficha en caer en el dominó del poder socialista. Los barones socialistas con mando en plaza, en comunidades y en ayuntamientos, tienen hoy sus barbas remojadas y en lenguaje llano, más allá de lo que declare, el triste Iglesias, que lo era de Aragón, no les llega la camisa al cuerpo. Los resultados del PSC son peores aún que las peores previsiones. Ha sido una verdadera hecatombe, por debajo del 20 por ciento, apenas un exiguo 18 por ciento, nueve puntos y nueve escaños menos. Un resultado catastrófico para un partido con marchamo de hegemónico y que para peor se encuentra con que el enemigo el PP, saca el mejor resultado de su historia, se le pone a menos de seis puntos y alcanza los 18 diputados. No son extrapolables, dicen, ni a las municipales ni a las autonómicas. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Porque resulta que este es el peor resultado de la historia, porque no les ha votado ni un tercio de quienes le votaron en las generales, porque en Barcelona capital, el PP se les ha arrimado tanto que le supera en votos si a ellos se unen los de Ciudadanos. Cierto que al PSC sus votantes le han seguido abandonando de manera masiva, ya lo hicieron en las anteriores, al sentirse traicionados en sus esencias y principios. En sus raíces y sentimientos y hasta en su lengua por un Montilla que ha sido el tonto útil del nacionalismo, que encabezaba manifestaciones contra la Constitución y sus instituciones, que multaba por rotular en su propia lengua materna y se hacia traducir en el Senado para hablar con su paisano Chaves. Su conversión in extremis a la "españolidad" yendo a la fiesta nacional y prometiendo que ya no haría lo que hizo cuando sí podía haberlo evitado no sólo no han convencido sino que le han desvirtuado aún más. Pero esto es el zapaterismo. El rumbo nacionalista con tintes radicales es el que ZP aceptó en pago al apoyo de Maragall que le dio el triunfo en el congreso, el del Estatut innecesario y descabellado que descosía España y descolocaba a las bases trabajadores del socialismo. El mismo zapaterismo que pacto con el BNG en Galicia con los resultados conocidos. La derrota tiene un padre. El socialismo español un terrible problema y el poder municipal y autonómico de la izquierda un abismo al que le asomaron ayer con toda crudeza los votantes catalanes. Por catalanes, sí, pero también por ser parte de España golpeada de manera inmisericorde por una crisis que un gobierno inane no ha sabido ni reconocer ni tiene cuajo ni capacidad de afrontar. Porque aunque el señor presidente hará como que con él no va y querrá que sigamos con el spot que rodó el sábado con los empresarios en Moncloa, con él va mucho. Con él va casi todo. Por eso se escondió ayer mientras en Ferraz no podía disimularse el batacazo. ¿O es que si los resultados hubieran sido buenos o al menos mínimamente aceptables no se hubiera aparecido a sus huestes? ¿Alguien lo duda? Pero anoche, una vez más se escabullo de sus responsabilidades. En este caso de las de su liderazgo de su partido y ante sus propios militantes. ZP es un lastre, una verdadera losa para su propia organización. Por mucho que sus adláteres se desgañiten diciendo lo contrario. Blanco, Leire, el triste Iglesias pueden enfatizar lo que les venga en gana y Rubalcaba refrotarse las manos mientras lo niega con voz convincente y aire trascendente. Lo que les dé la gana. La gente no le cree ya nada. Pero nada. Les ha defraudado demasiadas veces. Los resultados han empezado a ser minimizados en un intento de "limitación de daños". Pero los hechos son tozudos y los plazos se cumplen y se acaban. La sentencia del domingo ha sido muy dura. En Ferraz y en Moncloa dirán lo que se les ocurra para quitarse el muerto de encima, pero en las organizaciones territoriales y en los ayuntamientos los presidentes autonómicos y los alcaldes saben que el siguiente muerto es el suyo. Que son ellos, vamos, a los que están cortando el traje, que es sudario. .