El papel imprescindible de la Diputación

La provincia de Guadalajara tiene un territorio con características eminentemente rurales. Más de 200 pueblos tienen una población inferior a 250 habitantes. Para este mandato, las perspectivas de desarrollo de sus regidores están muy limitadas porque la crisis ha impulsado a sus ayuntamientos a un endeudamiento, en ocasiones, de dimensión astronómica. El objetivo de sus primeros ediles es mantener en condiciones las calles, el alumbrado, las redes de agua y poco más, porque ven que no tienen fondos suficientes ni disponen de línea de crédito como para endeudarse y acometer grandes proyectos de desarrollo turístico y económico. En medio de este panorama que sufren en su propia piel estos voluntarios de la política municipal –hay que recordar que la mayoría de ellos no cobran por desarrollar una función primordial para su pueblo- surge el debate a gran escala y Rubalcaba apuesta por la supresión de las diputaciones provinciales. En Guadalajara, gracias a esta institución, muchos pueblos disponen de servicios básicos que en los años 80 no tenían. Tienen garantizado un abastecimiento de agua sin averías, gracias a la renovación de redes hidráulicas que ha subvencionado Diputación con el apoyo de la Junta. Disponen de un alumbrado en condiciones y de servicios de urgencia de fontanería o de obras públicas, gracias a los Centros Comarcales. Los caminos rurales y sus pequeñas carreteras son transitables, aunque, en ocasiones, no todo lo deseable. Si todo esto se suprimiera, las ayudas de emergencia que necesitan estarían más lejanas, se perdería el factor proximidad y se alargaría el procedimiento burocrático. PSOE y PP, con experiencia de Gobierno en la Institución provincial, coinciden en sus apreciaciones porque ellos han visto de primera mano lo eficaz que puede ser su gestión y lo que lo agradecen los alcaldes. No es un buen momento para suprimir las diputaciones, máxime ahora que los pueblos no disponen de dinero efectivo para hacer frente a posibles imprevistos.