El peligro de ser independiente

09/05/2011 - 00:00 Julia Navarro

 
Se puede ser de izquierdas e independiente. Se puede ser de derechas e independiente. Pero en nuestro país ser independiente es el camino más corto para el ostracismo, porque los partidos no perdonan a quien piensan por su cuenta. Me explico. Usted puede ser de izquierdas, y pongamos que simpatiza con el PSOE, bueno pues que Dios le libre de mostrar la más mínima discrepancia. No se conformarían con que usted coincidiera con el sesenta, setenta por cierto, incluso el noventa por ciento de su política y que pudiera mantener un margen de discrepancia. Los estados mayores de los partidos deciden lo que hay que pensar, decir y decidir sobre cualquier asunto y no encajan que nadie se salga del guión. Lo mismo sucede en el PP. Recuerdo que cuando la guerra de Iraq había algunos diputados populares que en los "pasillos" del Congreso expresaban su malestar porque el entonces presidente Aznar metiera a España de hoz y coz en una guerra, pero no se podían permitir decirlo en voz alta porque habrían puesto final a su carrera política.
   Quizá por eso, habitualmente, quienes son elegidos para ocupar puestos institucionales, ya sea el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Consejo de RTVE, el Tribunal de Cuentas, etc, etc, etc, normalmente "votan" de acuerdo a los intereses de quienes les han propuesto y nombrado. Y no es que sacrifiquen lo más precioso que es la independencia de criterio para convertirse en correa de transmisión de intereses puramente partidistas que, muchas veces, nada tienen que ver con los intereses generales, es que realmente están tan en sintonía con el partido que les ha elegido.
   De ahí que continuamente veamos que en las votaciones del Consejo General del Poder Judicial, o recientemente del Tribunal Constitucional, la división entre los nombrados por el PSOE y los nombrados por el PP es patente, y el resultado de lo que votan igualmente, cada grupo está en perfecta sintonía con quienes le han propuesto y nombrado. Por eso tiene mucho mérito, casi diría que incluso heroicidad, que alguien que ocupa un puesto institucional actúe y vote al margen de lo que le venga bien al partido que le ha nombrado. Es el caso de Manuel Aragón, en el Tribunal Constitucional, que viene sobresaltando al PSOE porque nunca saben qué va a votar a pesar de estar en el Alto Tribunal a propuesta socialista.
  Aragón está en la esfera de la izquierda pero no siempre su criterio coincide con los intereses del PSOE y eso le está suponiendo ácidas criticas por parte de quienes en realidad no creen en las instituciones y continúan instalados en los viejos hábitos que pasan porque quienes simpatizan con una causa no deben cuestionar los intereses de esa causa y por tanto deben de convertirse en ciegos, sordos y mudos, y sobre todo en correa de transmisión.
   Por eso, muchas veces vemos titulares, que confieso, a mí me escandalizan, son aquellos que señalan que tal o cual persona "del sector progresista" ha votado con el sector conservador, o viceversa. Y al señalarlo es como si hubiera cometido el peor de los pecados, poco menos que una traición. En realidad, los partidos no soportan cerca de ellos a los independientes, sino a quienes como loros repiten su argumentario renunciando a tener criterio propio. Los independientes se convierten en personas molestas, en versos sueltos, a los que, en cuanto pueden, mandan al ostracismo. Por eso, molesta tanto el miembro del Tribunal Constitucional Manuel Aragón que en cada ocasión actúa y vota de acuerdo con su saber y criterio.
   Y, por eso, las instituciones que debían de gozar de prestigio no lo tienen porque sus miembros son previsibles y se sabe de antemano qué van a votar. Y luego se quejan de que los ciudadanos no confíen más en las institutrices. Saben, pienso que quienes ocupan tan importantes cargos institucionales tienen la obligación ética y moral de ser totalmente independientes, que es un lujo que se pueden y deben de permitir y que con ellos contribuirían a hacer nuestra democracia más sólida.
   Lo que no es de recibo es que mientras el líder del PNV amenazaba con retirar su apoyo al Gobierno del PSOE si Bildu no era legalizada el presidente Zapatero, según ha publicado El País, llamará a Urkullo por teléfono para decirle que tranquilo, que las cosas se arreglarían en el Tribunal Constitucional. Con estas cosas es difícil que los ciudadanos confíen plenamente en las instituciones. Pero la culpa es tanto de quien presiona como de quien se deja presionar. Y las presiones a los altos tribunales la practican desde todos los partidos. Esa es la verdad.