El peor momento desde la segunda Guerra Mundial, o no...

15/11/2011 - 00:00 Fernando Jáuregui

 
  Cuando a San Ignacio de Loyola se le ocurrió aquello de 'en tiempos de crisis, no hacer mudanza', debió haber añadido que, en tiempos de crisis, ni debe hablarse de guerras ni mostrar demasiado pesimismo en público, sobre todo si se es un estadista importante con capacidad enorme de decidir sobre el presente y el futuro de los demás. Este ha sido, en mi opinión, exactamente el fallo que ha cometido la canciller alemana, Angela Merkel, cuando ha proclamado, 'urbi et orbe', que "Europa sufre su peor etapa desde la II Guerra Mundial".

  Reconozco y hasta admiro el esfuerzo europeísta que está realizando, en ocasiones contra el 'ala dura' de su propio partido, la señora Merkel. Pero creo que, cuando voces no precisamente malintencionadas y sí probablemente bien informadas han aireado, aprensivas, que existían planea para forzar una 'Europa de dos velocidades', en la que Francia y Alemania fuesen la locomotora que se desengancha del resto de los vagones, la canciller de hierro en guante de terciopelo debería haberse mordido la lengua.

  Entre otras razones, porque la economía tiene su buena dosis de política, y ese magma al que llamamos 'los mercados' son sensibles a los menores indicios, más a los subjetivos que a los puramente objetivos: ¿quién diablos va a comprar nuestra deuda si resulta que, según quien más sabe sobre la situación, entre otras cosas porque lleva las riendas, estamos en la peor situación desde que estalló la contienda más cruel y devastadora de la Historia, generada, por cierto, desde Alemania? Una cosa es ser realista -no lo fue Zapatero cuando inicialmente negó la mera existencia de la crisis y se permitió equiparar la situación española con la francesa o la alemana- y otra muy distinta ir de heraldo de una catástrofe total que, afortunadamente, aún no ha llegado y pudiera ser que, si todos hacemos lo que nos conviene, no llegue nunca.

  Me gustó escucharle a Mariano Rajoy, más cauto y moderado que nunca, más colaborador con la ingrata tarea del Gobierno de Zapatero que nunca, afirmar que España cumplirá el objetivo de déficit. Puede que sí. O puede, como el propio político gallego diría, que no. Pero, por ahora, creo que más vale mostrar confianza, para infundirla. Lo agradecerán los consumidores, los inversores y hasta los mercados etéreos, implacables e insensibles, que, ellos también, agradecen de cuando en cuando alguna nube rosa en el horizonte. Aunque luego se convierta, quién sabe, en un nubarrón. O no...