El pueblo de Espinete


Chelo Vivares tiene una larga trayectoria en el ámbito de la interpretación, destacando como actriz de teatro y doblaje. Vinculada a Guadalajara durante años dio vida a Espinete, de Barrio Sesamo. 

Antonio Machado escribió que su «infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero». Siempre que leo estos versos una parte de mi corazón se estremece de nostalgia. Estoy segura de que a ustedes les pasa lo mismo y que cada cual rememora con inmensa ternura su particular limonero infantil.

Así pues, se me antoja difícil que quienes pertenecemos a los últimos años de la generación X y una parte de la Y (o millennials) no recordáramos con cariño al erizo rosa Espinete, personaje con el que fuimos descubriendo el mundo a través de sus aventuras y que llegó a convertirse en un auténtico fenómeno social.

Si hacen un poco de memoria se acordarán de que Espinete llegó al Barrio Sésamo de la mano de Ana, una bióloga que se lo había encontrado en un paseo por el bosque. En cierto modo, Espinete era un migrante que se desplazó a un lugar desconocido con el ánimo de emprender una nueva vida y aunque al principio hubo algunos problemillas, el erizo no tardó en aprender a relacionarse con sus nuevas amistades y estas, a su vez, no se dejaron condicionar por los estereotipos.

Episodio tras episodio ˗y fueron ciento cuarenta y seis entre 1983 y 1988˗ las niñas y los niños de mi generación nos embelesábamos con un programa que enfatizaba la empatía y la colaboración de todo el mundo frente al individualismo deshumanizante. Junto a Espinete, ese raro erizo rosado que medía 1,80 m y que sabía hablar, cantar y bailar, lo mismo aprendíamos a contar números, que a orientarnos espacialmente, que a no tener miedo a las brujas (ni a ir al dentista), que a compartir los juguetes; pero lo fundamental era que veíamos a la vecindad del Barrio Sésamo, compuesta por personas de distinto sexo, edad y situación social, cooperar solidariamente para mejorar su pequeño mundo, que a la postre también era el nuestro.

Boda de Chelo Vivares (Espinete) y Juan Ramón Sánchez (Chema). Fuente: Yo fui a la EGB.

Nada de esto podría entenderse sin Chelo Vivares, la magnífica actriz que se enfundaba el mítico traje de Espinete para hacernos soñar cada tarde mientras engullíamos el bocata de la merienda. Además, en Guadalajara a Vivares la sentimos un poco nuestra. Su marido, Juan Ramón Sánchez, que encarnaba al inolvidable panadero del Barrio Sésamo, procedía de Trillo, de manera que no era extraño encontrarlos de vez en cuando en esta localidad alcarreña y sus alrededores. Madre mía, cuántas veces les daríamos la tabarra con la emoción de estar cerca de «Chema», pero sin saber que también nos encontrábamos al lado de Espinete, pues Chelo Vivares renunciaba a desvelar su identidad artística para no romper la magia del personaje.

La consabida rivalidad entre Cifuentes (mi pueblo) y el vecino Trillo nunca ha sido incompatible con el sentimiento de paisanaje, por ello me resulta preciosa la confesión de la madrileña de que desde pequeña siempre deseó tener pueblo, y que cuando conoció a Juan y comenzó a ir a Trillo, este empezó a ser el suyo. En fin, que en la Alcarria nos gusta pensar que uno de nuestros pueblos, Trillo (y bien bonito, por cierto), es también el pueblo de Espinete.

Chelo Vivares tiene una larga trayectoria en el ámbito de la interpretación, destacando como actriz de teatro y de doblaje. De hecho, sigue adelante con el Teatro Tribueñe, una sala alternativa de Madrid que puso en marcha con su marido (tristemente fallecido en 2008), en la que sobresalen montajes de Lorca, Chéjov y Valle-Inclán, entre otros.

Quisiera terminar esta Vindicación clamando por el derecho de todas las personas a tener una infancia digna y feliz, pero los abusos, el racismo, la pobreza, la exclusión, las guerras, el hambre, la desigualdad… impiden a mucha gente disfrutar de los recuerdos de un patio y de un huerto claro donde madura un limonero. Una sociedad decente es incompatible con despojar a las niñas y los niños, estén donde estén y vengan de donde vengan, de la felicidad que les corresponde y que merecen. 

Chelo Vivares, gracias por todo lo bueno que nos regalaste. Ojalá podamos devolverlo a otras personas con la misma generosidad con la que tú nos lo diste.