El Sáhara, en la memoria

10/11/2010 - 00:00 Antonio Casado

En la sesión de control parlamentario al Gobierno, el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, en ausencia de su colega de Asuntos Exteriores, completó la doctrina oficial sobre los sucesos de El Aaiún (Sáhara Occidental). A saber: honda preocupación y expresa demanda al Gobierno de Marruecos para que investigue lo ocurrido. O sea, el brutal asalto de las fuerzas antidisturbios marroquíes al campamento saharaui de Gdeim Izik, instalado hace tres semanas como protesta social por las malas condiciones de vida que llevan en su propia tierra. No es mucho, la verdad, si lo comparamos con lo que sería exigible a España. Hay que recordar que nuestro país es la antigua metrópoli de un territorio "pendiente de descolonización", a la luz de la legalidad internacional que, como es sabido, Mohamed VI y su Gobierno se vienen pasando por el arco del triunfo desde hace treinta y cinco años con su política de hechos consumados. El más flagrante es precisamente la ocupación ilegal del territorio por parte de un Estado miembro de la ONU. Algo más dijo Jaúregui. Se hizo de nuevas respecto a la decisión marroquí de desmantelar por la fuerza el mencionado campamento. Es difícil de creer que, cuando el temor de un asalto inminente estaba absolutamente generalizado el pasado fin de semana, nuestros servicios de inteligencia, con bien ganada fama de tener la mejor información del mundo árabe en general y de nuestro vecino marroquí en particular, no supieran lo que se avecinaba. Otra cosa es que el ministro pueda o deba admitir en público que nuestro Gobierno estaba al corriente de las intenciones de Marruecos. No puede hacerlo o no debe hacerlo porque inmediatamente se le estaría reprochando no haber hecho lo posible para impedir la desproporcionada actuación policial sobre una concentración de veintitantas mil personas indefensas, en su mayoría mujeres, ancianos y niños. En todo caso, es una prueba más de flojera del Gobierno de España en relación al conflicto del Sáhara, nuestra antigua colonia. Más que eso, nuestra antigua provincia, abandonada de modo vergonzante cuando el general Franco, jefe del Estado por aquel entonces (1975), ya estaba pidiendo tierra en la clínica de La Paz. Por razones históricas, los españoles son muy sensibles a todo lo que ocurre en el Sáhara. Me temo que esa memoria común se va perdiendo. Mejor dicho, se está malversando mientras engorda la coartada de la buena vecindad con Marruecos. Es insoportable la mirada distraída del Gobierno al brutal asalto al campamento de Gdeim Izik y todo lo que le cuelga en materia de derechos humanos. Lo único que se le ha ocurrido a la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, es recordarnos que el problema es de la ONU. O sea, que la ONU también ha pasado a formar parte de la coartada de España para no hacer sus deberes. Lamentable. .