El secreto de un retrato

21/07/2018 - 16:44 Emilio Fernández Galiano

Recuerdo ahora uno de Hernán Cortés sobre el rey Juan Carlos en el que su actitud y vestimentas son ajenas a lo formal. 

Al finalizar mi intervención del acto de donación del cuadro de Felipe VI al ayuntamiento de Sigüenza, un buen amigo, arquitecto él y muy inquieto en lo que se refiere al arte, me inquirió, “apenas has hablado del retrato; lo has hecho del porqué, del motivo y del fundamento, pero no del cómo, de las razones del estilo, de la composición, de la puesta en escena”. 

Enmiendo aquí mi silencio al respecto. Es verdad que es un retrato “distinto”, no es propiamente cortesano ni el retratado aparece con “posado real”. No es el primero de ese estilo “informal”, ni será el último. Recuerdo ahora uno de Hernán Cortes sobre el rey Juan Carlos en el que su actitud y vestimenta son ajenas a lo formal. Últimamente estoy utilizando óleos de colores más claros. Primero, por oposición a los oscuros utilizados en la mayoría de los retratos de finales del XIX hasta mediados del XX. En una visita de hace días a la galería de retratos de los presidentes del Congreso de los Diputados, gracias a la cortesía y amabilidad de la parlamentaria Silvia Valmaña, coincidíamos que la mayoría, salvo penosas excepciones,  respondían a un mismo patrón: fondos oscuros y posados pretendidamente pomposos. Los más actuales iban incorporando más luz y nuevas composiciones.

En el recientemente donado al consistorio seguntino, he procurado plasmar un gesto cotidiano, apareciendo Felipe VI en mangas de camisas, tirantes y repasando unos papeles bolígrafo en mano. Lo comparo, salvando las distancias, con uno de John F. Kennedy que se encuentra en la Casa Blanca y que hemos visto en sinfín de películas. El joven presidente aparece con los brazos cruzados y mirando hacia abajo, sin ningún posado formal. 

El hecho es que he procurado trasladar al lienzo la imagen de una monarquía parlamentaria moderna, con un rey preparado y dispuesto a currárselo, desde la transparencia y la claridad. El resultado lo valorarán los que lo vean. Y espero que no suceda, al margen de consideraciones artísticas, que para gustos los colores, lo que ocurrió con el que me encargó el ayuntamiento de Guadalajara. Algún responsable de la izquierda extrema se rasgó las vestiduras no por el hecho de plasmar la semblanza de un monarca, sino porque la corporación se gastara la pasta –por un módico precio, he de advertir-. En qué quedamos, se apuesta por el arte o no. Dónde está esa sensibilidad que muestran por el mundo del cine, por ejemplo. O no es arte el llamado séptimo, o no es arte la pintura. A ver si maduramos y nuestra sociedad se hace más sensible para comprar y coleccionar arte, como sucede en buena parte de Europa.

Los que sí mostraron sensibilidad fueron los que asistieron, algunos con obligaciones y agendas complicadas. Como la recién nombrada ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, la citada diputada Valmaña o el senador Juan Antonio de las Heras, o el alcalde de Guadalajara, Antonio Román,  y otros ilustres concejales y alcaldes de otras poblaciones. O a los representantes de importantes medios de comunicación como Alfonso Nasarre, Radio Nacional de España, Antonio Fernández-Galiano, Unidad Editorial, Lorenzo Díaz, Onda Cero o Miguel Bernal, Nueva Alcarria. Y a Javier Bravo, periodista municipal que realizó sobre la marcha una magnífica crónica aparecida en bastantes periódicos digitales. Académicos y otros artistas incluidos (gracias Javi Sanz por tus cariñosas líneas aquí publicadas). Y a los anfitriones, José Manuel Latre y concejales, así como ex alcaldes y muchos amigos de los que me siento muy orgulloso. Al fin y al cabo, nos reuníamos para celebrar que a partir de ahora un cuadro de nuestro monarca lucirá en el salón de plenos, una fiesta de nuestra democracia. Y ahí va el secreto, con nuestro Doncel cerca del corazón.