
El tambor de nuestra tierra
Tratamos esta vez de otros usos del tambor en nuestra cultura, de algunas referencias históricas de la forma y técnicas para fabricarlos.
Si los lectores recuerdan, hablábamos el otro día de los sonidos relacionados con san Antón y, más concretamente, de la relación de ese santo con los tambores y las rondas y ritos ya desaparecidos, acompañados de ese instrumento tan popular. Pero claro, se nos quedaron muchas cosas en el tintero; así es que retomamos el tema para continuar ofreciendo datos referentes a este instrumento en nuestra tierra.
Antes que nada acotaremos la cuestión, ya que nos referiremos, tal como lo define la RAE, al Instrumento musical de percusión, de madera o metal, de forma cilíndrica, hueco, cubierto por sus dos bases con piel estirada, que se toca con dos palillos. Esta definición se ajusta, en términos generales, a lo que eran los tambores antiguos, tipo atabal, de altura mediana, membranas de piel ajustadas en aros de madera y tensores de cuerdas para conseguir la tensión adecuada; aunque, si hablamos de instrumentos artesanos, en cada localidad son similares, pero también diferentes, dependiendo de la costumbre y las técnicas empleadas; y, por supuesto, del momento histórico al que nos refiramos.
Tambor artesano de Valverde de los Arroyos. Foto: José Antonio Alonso.
Las primeras referencias de tambores populares que nos llegan de por aquí, tal y como los concebimos hoy, son ya de bien avanzada la E. Media, de los siglos XIII y XIV. En una viga de la iglesia de Valdeavellano aparece una escena compleja con varios músicos, posibles danzantes, etc. Esa escena tiene un gran valor patrimonial y es una suerte que haya llegado hasta nosotros; pero, a lo que vamos, entre otros músicos, aparece un gaitero que toca con una mano una flauta y con la otra un tamborino que lleva adosado o colgado. Esa imagen responde a la figura de los gaiteros que animaban las fiestas populares, en algunos lugares, hasta casi finales del s. XIX; es la imagen de la pareja de los músicos de una de las cantigas alfonsíes y la de los versos de nuestro Arcipreste de Hita:
la flauta suena con ellos,
más alta que un risco,
con ella el tamborete:
sin él no vale un prisco.
Se puede decir más alto, pero no más claro: se trataba de dos instrumentos inseparables y complementarios; como buen músico que era, el Arcipreste sabía lo que estaba diciendo. El gaitero de Valverde es una incorporación o pervivencia de aquella combinación de dos instrumentos tocados por una sola persona. En estos casos el tambor es tocado con un solo palillo, claro.
Tambores de San Blas. Albalate de Zorita. Foto: José Antonio Alonso.
La dulzaina ha sido y sigue siendo acompañada por el tamboril. Los dos instrumentos han ido evolucionando con el tiempo. Los tambores más antiguos eran, según parece, de mayor altura y de menor diámetro que los actuales; con el tiempo, las “cajas”, más estrechas y de mayor diámetro se van imponiendo de forma mayoritaria a la hora de acompañar pasacalles, bailes, danzas y otros aspectos festivos populares.
Pero, aparte de estas funciones musicales unidas a los aerófonos, los tambores tuvieron y tienen en nuestra tierra otros usos: uno de loss más habituales fue el de servir de acompañamiento a los alguaciles y pregoneros para congregar así al auditorio y difundir los bandos o pregones. En Romanones, por ejemplo, según dejó escrito Lorenzo HERNÁNDEZ (Cuadernos de Etnología, nº7, p. 8), hasta los años veinte había dos alguaciles: el del ayuntamiento y el del juzgado y los dos tenían su correspondiente tambor. El primero se tocaba cuando se “echaba un bando” por orden del señor alcalde y el segundo se tocaba por la calle cuando al día siguiente era domingo tercero. Este último era el que más divertía a los chavales que iban tras el tamborilero gritándole: Si se rompe que se rompa, otro se compra, repitiendo esto cuantas veces querían para después chillar: ya está el pez en la remanga que ganga, que ganga, ya está el pez en la sartén, que bien, que bien. Esto tenía lugar hasta que el tamborilero terminaba su cometido. Este tambor también se tocaba en la iglesia.
Este uso debió estar bastante extendido, tal y como hemos documentado en nuestros trabajos sobre instrumentos. A veces el tambor llegó a convivir con la gaita de pregonero. En Alustante, según contaba Mª Jesús MANSILLA (“Hontanar”, nº. 6), el alguacil tocaba la gaita para anunciar a los pregoneros ambulantes o el tambor para los pregones oficiales. La gaita se impuso, finalmente, en las esquinas de nuestros pueblos, hasta la incorporación de la megafonía en los automóviles.
Otro de los usos muy extendidos y casi ya desaparecidos del tambor es el que los vinculaba a las cofradías y hermandades que solían tener tambores de su propiedad para tocar en las vísperas y fiestas y otras convocatorias como las que se solían hacer los domingos terceros de cada mes. Por los datos que nos han llegado, hubo ritmos muy variados para los distintos momentos de los rituales festivos: ritmos para las dianas, rondas, acompañamiento de cofrades y autoridades, procesiones, etc. Todavía hoy queda algo de eso en localidades como El Ordial y Retiendas.
Hablábamos el otro día de las rondas infantiles de tambor, ya desaparecidas, pero éstas, en el fondo, eran una imitación de las rondas de mozos que estaban extendidas por muchos lugares, especialmente por el norte de la provincia, al menos de ahí nos han llegado bastantes datos, tanto de la Sierra como del Norte del Señorío. Es posible que, esas rondas acompañadas de tambor sean más arcaicas que las que hemos conocido algunos en nuestra infancia y juventud.
Un tambor industrial moderno. Foto: José Antonio Alonso.
Esos tambores tradicionales se solían fabricar, antiguamente, por nuestros artesanos con sus propias manos, ahuecando troncos de árboles como el olmo, el nogal o el pino; sobre esa base se colocaban los parches de ovino, caprino o canino, en aros de madera, que a su vez soportaban otros aros más delgados, anchos y flexibles al humedecerse, de avellano, haya, olmo, etc., para ajustar las pieles y poder tensarlas, con un sistema de tensores de cuerdas. Básicamente este es el sistema de tambores artesanos como el de la danza de Valverde o el de la ronda de los mozos de Villares que puede contemplarse en la Posada del Cordón de Atienza.
El tambor es un instrumento que sirvió para convocar a nuestras gentes y que merece la pena conservar como instrumento integrador y base rítmica de nuestras músicas tradicionales. El tambor se tocaba y se toca, frecuentemente, en otros actos y procesiones de nuestros pueblos y ciudades, pero de eso hablaremos en otro momento.