El título VIII
23/05/2012 - 00:00
Bien lo dijo Peces-Barba, padre de la Constitución, cuando al correr de los años manifestó: Los nacionalistas nos han engañado. El título VIII quedó en la Constitución -en la que intervine como cronista parlamentario de TVE, la única que había en España- a imagen y semejanza de los peneuvistas y convergentes. Poder llama a poder: autonomía, más autonomía, y, a la más mínima, independencia o soberanía.
A la carta. Fue, a tenor de los hechos, una catástrofe, un despilfarro, a la que contribuyó don Manuel Fraga Iribarne, y eso que tenía el Estado en la cabeza, qué dolor.
Eso. Treinta y tantos años después, las autonomías son un quebradero de cabeza. En la Comunidad valenciana, cuatro trajes sin corte ni confección; Andalucía, el Tempranillo en estado puro; Baleares, palma y arena, Urdangarín; Cataluña, la pela es la pela o el chantaje insaciable; País Vasco, los fueros y por huevos
Y así hasta la totalidad de estos diecisiete reinos de taifas que de hacer buena la descentralización han pasado a centrarse en cargos y prebendas.
Todo para el pueblo pero sin el pueblo.
Y mientras la ciudadanía -menos los independentistas, claro- clama para que se recomponga el mapa autonómico y sus competencias, qué error, qué inmenso error transferir la educación a las nacionalidades o regiones, Rajoy se hace el sueco, se pone de perfil y casi manda callar a Esperanza Aguirre que, como se sabe, es partidaria de devolver competencias al Estado, algo así como lo ha hecho Merkel con los landers cuando llegó al poder en coalición de la CDU con algunos socialdemócratas.
Ningún gobierno presente o futuro meterá mano a esta sangría autonómica (ZP mediante decretazos desunió esta nación en concepto discutido y discutible, memoria histérica, bla, bla, bla
), como nadie intentará aplicar el art. 155 de la Constitución ante el desacato e incumplimiento de la Ley en determinadas comunidades, Cataluña y País Vasco tienen todas las papeletas. Pero estad tranquilos, la política siempre tiene un precio.
-Es que no nos comprenden ustedes, oiga. Tenemos identidad propia. Madrid es la bicha.
Y mi tía la del pueblo. Tergiversan la historia.
La región es un mini Estado en el que la lengua vernácula prevalece sobre la oficial de España; al Supremo se lo pasan por el forro de los cojones y la bandera roja, amarilla y roja, como la definió C. J. C. en la comisión constitucional del Senado al redactarse la Carta Magna, es un puto trapo al que las hordas nacionalistas llevan a la hoguera. Y no pasa nada.
Y lo dice -y perdón por la inmodestia- quien es I Premio de Periodismo de la Constitución Española por la Asociación de ex Parlamentarios (todos los grupos políticos) en 2002. Su seguro servidor. De nada.