El tricornio

16/09/2011 - 14:01 Rafael Torres

Justo lo peor del tradicional uniforme de la Guardia Civil es lo único que no desaparece: el tricornio. Y no digo "peor" por las connotaciones simbólicas que esa prenda de cabeza, charolada y dura, pueda tener, que las tiene, sino porque siempre fue lo menos indicado del mundo para que una persona se lo pusiera en la cabeza: produce alopecia, se clava en la frente y en las sienes, provoca dolores de cabeza, es calcinante en verano y helador en invierno, y, encima, es feo. Es verdad que a lo mejor una gorra de guardia no tiene por qué ser necesariamente bonita, que la nueva, la de béisbol, es más fea si cabe, pero cierta sujeción natural a la forma de la cabeza humana, a lo ergonómico, nunca produciría un tocado que más que un sombrero parece un artefacto. Y duro. Y con aristas. La Guardia Civil ya no es, ciertamente, aquella que velaba por los intereses de la plutocracia, ni la que actuaba con métodos demasiado expeditivos, sino una fuerza cada vez más "civil", o por primera vez civil, que obra, en general, en beneficio de la gente. Se ocupa del tráfico, de salvamentos diversos, de la protección de la Naturaleza... en fin, que sus agentes ya no merecen esa tortura portátil del tricornio, que si bien últimamente se usaba poco, no debería seguir proyectando su silueta inquietante. Queda, se dice, para los actos oficiales, pero hay actos de esos que duran horas, y ahí va a seguir necrosando el cráneo de los guardias el tricornio. Respecto al nuevo uniforme, lo único que cabe decir es que es como todos los que se hacen ahora, que, salvo por las insignias, no se distingue un médico del Samur de un barrendero, aunque probablemente sea cómodo. Ahora bien; el destino parece empeñado en infligir a los agentes de la meretérica (¿dónde estás, gran Chiquito?) terribles daños en la cabeza: ayer, con el tricornio, físicos; y hoy, con la gorra yanqui esa, estéticos. Sea como fuere, hago votos porque algún día desaparezca el tricornio y quede como rareza de museo, sin hacer daño a nadie ni dar miedo, particularmente a los guardias civiles.