El valor de la palabra

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

El comentario
Fernando almansa
Me admira la palabra; su capacidad transformadora, su capacidad motivadora y emocionante. No me sorprende que el evangelio de San Juan comience con la siguiente afirmación “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios”.
Sin embrago cuánta palabra hoy se aleja de su potencialidad transformadora, de su capacidad de mover conciencias emociones y pensamiento, de generar y transformar ideologías, de dar sustento a la filosofía y al amor. Y abusada por políticos verborreícos, que inundan los cargos públicos han reducido la palabra a un ruido estéril y abrumador.
La palabra, meditada, la palabra convocante, la palabra dicha, silenciada o escrita, fuerza y expresión de la inteligencia y el sentimiento humano.
La palabra razón y diálogo, la palabra contraste y posición. La palabra herramienta que construye sociedades frente a la palabrería que deshace comunidades y ambiciones políticas profundas.
¿Porqué no se silencian los discursos estériles, de relleno?, aquellos que ya nadie escucha y que en el sopor de congresos y homilías diluyen el valor real de la palabra, y la minimizan hasta hacerla inapreciable. ¿Por qué no se callan quienes más hablan, para escuchar a los que menos pueden expresar, y más deben ser oídos?, ¿por qué no alcaldes de cortas lucen, dejan la palabra a la ciudadanía soberana?, ¿por qué caciques autonómicos, no silencian su ignorancia, para dejar brillar la razón de la palabra de otros?.
¿Por qué no se escribe más sobre el fondo, y menos sobre la superficie?, ¿por qué no se acalla el ruido para oír la sabiduría escueta del verbo cierto?.
La prensa cotidiana, portadora de palabra, vehículo que he usado semanalmente en más de un lustro entero, portadora de mensaje de reflexión y contenido, merece todo mi respeto y admiración. Perviva la prensa escrita, paisaje de palabra reposada. Qué la inmediatez electrónica de la palabra cibernética, no nos cierre la puerta a la escritura milenaria, a la conversación sosegada, acervo cultural de todas la sociedades.
Viva y perviva la palabra, y con ella la escritura meditada.