El valor del voluntariado rural

01/08/2011 - 09:26 Miriam Perez Gordo

Las hacenderas, cuyo origen se remonta a la Edad Media, y que consisten en trabajos vecinales en los que los habitantes de un lugar contribuyen a la realización de ciertas obras de utilidad pública -como la reparación de caminos, presas, regueros, puentes, fuentes, molinos, etc.- cobran cada día mayor valor en los pueblos porque la crisis económica hace inviable numerosas iniciativas públicas para la conservación del patrimonio natural o histórico. La que se llevó a cabo ayer en Molina de Aragón es un buen ejemplo. Allí, vecinos de la localidad se dieron cita para limpiar el castillo. Una jornada en la que ya de paso se fomenta la convivencia ciudadana y se potencia la concienciación sobre la importancia del cuidado del patrimonio, que es cosa de todos. Pero no es la única iniciativa de este tipo que se desarrolla de forma habitual en el territorio provincial. En La Toba, los vecinos se juntan ocasionalmente para limpiar el pantano de Alcorlo de los restos de basura que, si nadie los retira, se quedan a su alrededor. En la localidad de Abánades, el caluroso verano de 2006 fue más llevadero para sus vecinos. El alcalde, por entonces José María Gutiérrez, inauguraba un recinto cercado, alegórico al agua, con un merendero, una zona de juegos infantiles y una piscina natural con cascada, aprovechando el cauce del río Tajuña. Todo, gracias a la colaboración vecinal, fruto del trabajo de dos años. En caso contrario, una iniciativa de semejante envergadura en este pequeño pueblo sería imposible llevar adelante. En Viana de Jadraque, alrededor de 40 personas se dieron cita en junio para cuidar y limpiar las calles y zonas verdes del pueblo, y para ello los colaboradores no dudaron en aportar cualquier material o maquinaria que sirviese de ayuda. Tradicionalmente lo hacen todos los veranos, con la inestimable ayuda de los que regresan al pueblo a pasar las vacaciones. Una entrañable labor que pone de relieve el carácter solidario de los alcarreños.