El veto

04/11/2010 - 00:00 Charo Zarzalejos

Unas crónicas aseguran que el Gobierno ha vetado el debate sobre la congelación de pensiones que todos los grupos de Oposición, salvo PNV y CC, habían propuesto para no incomodar a sus socios. Hay también otra explicación más técnica que tendría que ver la improcedencia de fondo de buena parte de las enmiendas presentadas en las que no se explicitaba bien algunas partidas y otras cuestiones de técnica presupuestaria. De todos modos, la explicación más clara, al final la ha dado el portavoz socialista José Antonio Alonso cuando ha recordado que la Constitución faculta al Gobierno para vetar, tal y como suena, un debate de estas características. El Ejecutivo, es verdad, no ha cometido --¡solo faltaba¡-- una ilegalidad pero si una torpeza. Una enorme torpeza en la medida que por muchas razones que se aduzcan, tiene una difícil venta que se impida un debate, nada menos, que en el Parlamento y, nada menos, sobre un asunto como el de las pensiones que si de algo requiere para que la política que se adopte sea eficaz es precisamente ese debate en el que pueden surgir propuestas o escuchar argumentos a favor o en contra pero que en todo caso merecen ser oídos. La experiencia demuestra que las "razones técnicas" siempre son subsanables o por lo menos de menor cuantía sobre todo cuando se tiene la mayoría suficiente para tumbar todas y cada una de las enmiendas o propuestas que se planteen. Si se trata de no incomodar a los socios habría que pensar que estos socios son un poco "blanditos". Creo que se ajusta más a la realidad pensar y concluir que si no hay debate es única y exclusivamente porque al Gobierno no le interesa que lo haya. Cualquiera que se ponga en la piel del Ejecutivo, lo entiende pero vetar el debate es una decisión innecesariamente drástica que raya en una suerte de autoritarismo que no otorga al Gobierno rédito alguno. El reciente varapalo recibido por Obama se explica por la crisis, de la misma manera que la crisis es la circunstancia por la que los ciudadanos castigan a los gobiernos europeos. Pero si a este hecho objetivo se añaden torpezas innecesarias como la de vetar un debate como el propuesto por la mayoría de la Oposición, los ciudadanos pueden acabar hablando solos. Hay una máxima en política que nunca falla: cuando una decisión hay que explicarla mucho, malo. Y decidir el veto es una de esas decisiones que, efectivamente, hay que explicar mucho. Tanto que quizás es mejor que ni lo hagan.