En momentos de gran sufrimiento
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
ARTICULOS
JOSÉ MARÍA VÁZQUEZ - PRESIDENTE DE SEPLA
Soy piloto de Spanair desde hace veinte años, acumulo unas 18.000 horas de vuelo y, al igual que Antonio y Francisco Javier, dedico todos mis esfuerzos para que nuestros pasajeros, los mismos que depositan su confianza en nosotros en cada vuelo, vuelen sintiéndose seguros.
Sin embargo, hace dos días, nuestros caminos se separaron para siempre. Ellos se quedaron al final de pista 36L de Barajas y yo me ofrecí para traer a los familiares de sus pasajeros desde Gran Canaria hasta Madrid en un vuelo especial fletado por Spanair.
Durante la tarde del miércoles, la aviación española escribió una de sus páginas más tristes. Desde el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas hemos acogido con enorme consternación y dolor una tragedia que ha conmocionado a la opinión pública internacional y, muy directamente, a quienes amamos y vivimos de esta profesión. Es en este trance cuando resulta más importante que nunca transmitir un mensaje de apoyo y solidaridad con quienes directa o indirectamente han sido víctimas de tan amarga tragedia. Al mismo tiempo, quisiera agradecer, en nombre de todo el colectivo, el ingente esfuerzo realizado por el dispositivo de emergencia que acudió al lugar de la tragedia y las numerosas muestras de condolencia recibidas de todos los agentes sociales y políticos, desde diferentes puntos del planeta.
Como piloto veterano, me preocupa que, en medio del caos y la ansiedad, salte por los aires aquello que desde hace años venimos demandado desde las instituciones de pilotos: la cautela y el necesario respeto a las labor de los expertos que trabajan en la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de la Aviación Civil, dependiente de Fomento. Quienes trabajamos para mantener y reforzar los estándares de seguridad de nuestra aviación somos conscientes de lo que se avecina habitualmente tras este tipo de tragedias: los próximos días, comenzará una guerra sin cuartel para intentar explotar la vertiente más morbosa del accidente. El gobierno no controla, la compañía no invierte en mantenimiento, el piloto se equivocó, el avión era americano, el aeropuerto de Barajas es peligroso...
Al igual que sucedió tras los atentados del 11M, aquí también todas las hipótesis benefician o perjudican a alguna parte y, por tanto, asistiremos a una gran representación teatral en la que, posiblemente, lo que menos importe sea la seguridad.
La experiencia me dice que cada palabra y cada silencio recogidos en la caja negra serán utilizados para ocultar responsabilidades ajenas, obviando que el auténtico fin de la investigación de siniestros aéreos no es la criminalización de un sector o de un grupo profesional, sino la forma de mejorar el transporte aéreo para que siga siendo el medio de locomoción más seguro del mundo.
Puede que poco o nada importe el enorme esfuerzo de transparencia en pos de la verdad que estamos realizando desde las organizaciones de ámbito aeronáutico. Desde Sepla hemos puesto a disposición del Ministerio de Fomento a nuestro departamento técnico con el fin de agilizar las pesquisas y aclarar todos aquellos factores que puedan contribuir a saber con certeza qué causas produjeron el accidente. Por el contrario, mucho me temo que tan solo tendremos las últimas palabras de Antonio y de Francisco Javier para ofrecérselas a una sociedad que demanda explicaciones rápidas, fáciles, en medio de tanto dolor.
Las compañías aéreas viven en crisis porque se ven obligadas a vender billetes a precios irrisorios. Los pilotos vivimos presionados por las urgencias comerciales y las autoridades necesitan controlar a las aerolíneas, pero sin llegar a ahogarlas. Y todos necesitamos un culpable y una causa rápidamente digerible para tranquilizar nuestras conciencias ante esta aviación absurda a precio de saldo en la que vivimos.
Quizás lo más sencillo sea conjeturar, en busca de explicaciones grandilocuentes. Cualquier cosa, antes que cuestionar el sistema. Si optamos por ese camino, nos estaremos equivocando, una vez más.
Durante la tarde del miércoles, la aviación española escribió una de sus páginas más tristes. Desde el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas hemos acogido con enorme consternación y dolor una tragedia que ha conmocionado a la opinión pública internacional y, muy directamente, a quienes amamos y vivimos de esta profesión. Es en este trance cuando resulta más importante que nunca transmitir un mensaje de apoyo y solidaridad con quienes directa o indirectamente han sido víctimas de tan amarga tragedia. Al mismo tiempo, quisiera agradecer, en nombre de todo el colectivo, el ingente esfuerzo realizado por el dispositivo de emergencia que acudió al lugar de la tragedia y las numerosas muestras de condolencia recibidas de todos los agentes sociales y políticos, desde diferentes puntos del planeta.
Como piloto veterano, me preocupa que, en medio del caos y la ansiedad, salte por los aires aquello que desde hace años venimos demandado desde las instituciones de pilotos: la cautela y el necesario respeto a las labor de los expertos que trabajan en la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de la Aviación Civil, dependiente de Fomento. Quienes trabajamos para mantener y reforzar los estándares de seguridad de nuestra aviación somos conscientes de lo que se avecina habitualmente tras este tipo de tragedias: los próximos días, comenzará una guerra sin cuartel para intentar explotar la vertiente más morbosa del accidente. El gobierno no controla, la compañía no invierte en mantenimiento, el piloto se equivocó, el avión era americano, el aeropuerto de Barajas es peligroso...
Al igual que sucedió tras los atentados del 11M, aquí también todas las hipótesis benefician o perjudican a alguna parte y, por tanto, asistiremos a una gran representación teatral en la que, posiblemente, lo que menos importe sea la seguridad.
La experiencia me dice que cada palabra y cada silencio recogidos en la caja negra serán utilizados para ocultar responsabilidades ajenas, obviando que el auténtico fin de la investigación de siniestros aéreos no es la criminalización de un sector o de un grupo profesional, sino la forma de mejorar el transporte aéreo para que siga siendo el medio de locomoción más seguro del mundo.
Puede que poco o nada importe el enorme esfuerzo de transparencia en pos de la verdad que estamos realizando desde las organizaciones de ámbito aeronáutico. Desde Sepla hemos puesto a disposición del Ministerio de Fomento a nuestro departamento técnico con el fin de agilizar las pesquisas y aclarar todos aquellos factores que puedan contribuir a saber con certeza qué causas produjeron el accidente. Por el contrario, mucho me temo que tan solo tendremos las últimas palabras de Antonio y de Francisco Javier para ofrecérselas a una sociedad que demanda explicaciones rápidas, fáciles, en medio de tanto dolor.
Las compañías aéreas viven en crisis porque se ven obligadas a vender billetes a precios irrisorios. Los pilotos vivimos presionados por las urgencias comerciales y las autoridades necesitan controlar a las aerolíneas, pero sin llegar a ahogarlas. Y todos necesitamos un culpable y una causa rápidamente digerible para tranquilizar nuestras conciencias ante esta aviación absurda a precio de saldo en la que vivimos.
Quizás lo más sencillo sea conjeturar, en busca de explicaciones grandilocuentes. Cualquier cosa, antes que cuestionar el sistema. Si optamos por ese camino, nos estaremos equivocando, una vez más.