Energúmenos

22/11/2010 - 00:00 Andrés Aberasturi

Todos estamos de acuerdo con la célebre afirmación del torero filósofo: lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible. El problema viene al cambiar el verbo "poder" por el "deber" porque la sentencia entonces sigue siendo válida pero, por lo que se ve, inútil. Sueño con un país en el que lo que no pueda ser lo que no deba ser, el que lo que no deba ser, resulte imposible por un cierto no ya refinamiento moral, que eso es un lujo, sino por pura educación cívica, por el rechazo que esas conductas que no debe ser provocaran en el colectivo. No es el caso. Leí en su momento los comentarios sobre Cospedal y su hijo verdaderamente atroces; leo con estupor las cosas que se llegan a decir en muchos diarios digitales y las amenazas de todo tipo (de los insultos ya ni hablo) con las que contestan algunos lectores al columnista de turno y/o a otros comentarios o a determinados personajes. Ignoro cuantos lectores tienen los diarios digitales y entiendo que quienes se comportan de eso modo son una minoría extrema que, además, van vomitando su basura en diversas cabeceras amparados en el anonimato. Imagino que ese es el precio que hay que pagar a cambio de que la inmensa mayoría te lean y discrepen o coincidan contigo de forma civilizada. Habría que preguntarse el por qué de esa visceralidad y hasta qué punto los responsables de algunos medios digitales no sólo no cortan de raíz ese tipo de comentarios sino que parecen disfrutar fomentándolos. Ellos saben mejor que yo que el insulto, la amenaza y la zafiedad gratuita no crean polémica ni aumentan las visitas; son siempre los mismos diciendo las mismas cosas. Y ya aburren. Lo que ya es más difícil de entender es que sean periodistas los que lleguen a apoyar o al menos a disculpar ciertas barbaridades. Y eso pasa, y ha pasado, en el "caso Cospedal". Y eso pasa y está pasando en más de un "debate" televisivo en el que las descalificaciones se imponen a las ideas. Pero sin tener que irnos a casos tan extremos, no hay más que darse una vuelta por Internet para ver como los pocos vociferantes de este país siguen con la cantinela de "rojos de mierda" y "derecha fascista". ¿Son ese grupito de exaltados que se citaron en el Valle de los Caídos reviviendo cada uno en su trinchera una historia que ni conocen ni han vivido? Es posible; desde luego son pocos y siempre los mismos. Lo que no debemos hacer -y por tanto no que no podemos hacer- es amplificar sus voces, darles cabida y oportunidades. Pero el ejemplo debería empezar por los de arriba; hay una perversión pensada en el lenguaje que les lleva a seguir, a estas alturas, con en esa especie de filibusterismo gramatical de "derecha extrema" para calificar al PP. Jugar con esta terminología es preocupante y sólo sirve como caldo de cultivo de energúmenos de todos lados. .