¿Es este país un 'descaraje'?
25/10/2011 - 00:00
Rosa Díez es una política hiperactiva. Como sabe que su destino no es gobernar, puede oxigenarnos con propuestas de difícil o imposible cumplimiento, pero atractivas y que, en su día, merecerán una seria consideración. Lo malo es que los problemas que tiene planteados España son tan serios y de solución tan compleja -ni siquiera depende esta solución, en el caso de la macroeconomía, de nosotros- que son muchas las posibles soluciones que, sobre el papel, que todo lo aguanta, se nos ocurren a todos.
Cierto, UPyD, el partido tan afanosamente creado por la exsocialista Díez, no siempre plantea cuestiones originales, pero sí coincide con muchas de las cosas que muchos piensan, o pensamos: es necesaria una reforma en profundidad de varios aspectos constitucionales, de la normativa electoral, de usos y costumbres. Tienen Díez y sus colaboradores -algunos, por cierto, muy estimables_ autoridad moral para lanzar críticas, ideas, proyectos: la honestidad de todos ellos es patente.
Pero me preocupan, en los partidos destinados a ser 'conciencia crítica' de la sociedad -es decir, los que no pueden ni soñar en tener vocación de gobierno_, ciertos riesgos de frivolidad.
No lo digo solamente por UPyD, ni porque Rosa Díez, en uno de esos multitudinarios desayunos empresarial-periodísticos, haya dicho que este país es un "descaraje" que no hay quien lo resista. Lo digo por algunos planteamientos del también muy respetable líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, que insiste, me parece que sin demasiado fundamento, en que es posible crear tres millones de empleos en la Legislatura que está a punto de comenzar. O también por algunas cosas que escucho a ciertos regionalistas con posibilidades de obtener escaño en el próximo Congreso de los Diputados.
Sin hablar ya de las posibilidades que las encuestas conceden a Amaiur, una presencia sin duda incómoda y algo inquietante en la 'nueva' Cámara Baja, podemos predecir sin demasiado riesgo a equivocarnos que la vida parlamentaria que se reiniciará en diciembre va a ser mucho más 'movida' de lo que estábamos acostumbrados en esta tediosa Legislatura pasada, donde lo más emocionante eran las repetitivas sesiones de control parlamentario al Gobierno los miércoles, donde cada semana los mismos preguntaban lo mismo a los mismos, recibiendo idénticas respuestas. Si la imaginación debe ir al poder, la falta de ella parecía destinada a ir a las Cortes.
Muchas veces he repetido que me dan miedo las mayorías absolutas. Sospecho que estamos ante algo semejante a eso. Pero, al tiempo, podemos, dicen las encuestas, hallarnos ante la probabilidad de unos grupos parlamentarios nuevos que llegan con fuerza a insuflar aire nuevo a lo que Rosa Díez ha llamado los partidos 'viejos'. Puede que, ante el cansancio que la elefantiasis de estos partidos provoca en una parte del electorado, surjan diputados procedentes de otras sensibilidades: Unión Progreso y Democracia, Izquierda Unida, Equo, algunos regionalistas como los asturianos o los cántabros... además, ya digo de Amaiur, es decir, Bildu ampliado.
Y, para que no falte la polémica, me voy a permitir discrepar de algo que Rosa Díez afirmaba en el citado desayuno: para ella, tener a esta coalición 'abertzale' en el Parlamento nacional será algo "horrible". Para mí, esta presencia, ya que va a ser, parece, inevitable, va a ser una oportunidad de que quienes bordean el antisistema, si es que no están ya del otro lado, aprendan algo de una vida parlamentaria democrática y acepten las normas de un juego al que, obviamente, no saben jugar.
Y es que yo, aun sabiendo que las democracias deben ser aburridas, prefiero algunas formas de 'descaraje' a esa monotonía sin iniciativas, sin verdaderos debates, sin ideas y sin apuestas de futuro. Esa monotonía que parece la antesala de la paz de los cementerios.