Es la hora de Mariano Rajoy
16/01/2011 - 00:00
Sí, ha llegado la hora de Mariano Rajoy. Es el más probable próximo inquilino de La Moncloa, aunque, claro está, muchas cosas pueden pasar aún. Rajoy tiene ya su corte y cohorte, sus asesores no bienvenidos, sus pelotas y muchos de esos que acuden presurosos en socorro del vencedor, aunque él todavía no haya vencido. Esta semana, en León, y el fin de semana que viene, en Sevilla, se da baños de masas, sin aportar, por el momento, gran cosa a la doctrina política -ahí le ha madrugado Aznar, con sus proclamas-- ni a la económica. Hay quienes le elogian la prudencia, que otros llaman pasividad excesiva. Y todos los ojos están puestos en él: este es su año, el del gran salto que no pudo ser ni en 2004 ni en 2008. ¿Qué va a hacer Mariano Rajoy, qué podemos esperar de él?
A Rajoy hay que destacarle las cautelas, la templanza y, sobre todo, creo, la independencia. Mide bien los tiempos, no se altera -dicen-- jamás y su motor ronronea siempre con la misma intensidad, sin acelerones ni frenazos. Luego tiene muchos defectos y desventajas y, sobre todo, una alarmante falta de carisma que le hace salir fatal en todas las fotos de las encuestas. Pero, claro, el carisma es esencia que no se despacha en las droguerías de por aquí. A mí, a estas alturas, lo que me interesa es saber si Mariano Rajoy, el hombre tranquilo, va a ser capaz de poner patas arriba las estructuras e infraestructuras de este país nuestro que tantas alarmas nos está provocando, con más o menos causa y justificación.
Por eso aguardo expectante su discurso del próximo domingo, clausurando un multitudinario acto -dicen que se van a llevar a tres mil personas-- en Sevilla. No me parece un acontecimiento meramente electoral, aunque el PP sabe que tiene que conquistar Andalucía para ganar en España: Rajoy no puede, tras el 'aznarazo' de esta semana en León, donde el ex presidente dijo que este Estado autonómico es inviable, salir ahora con un parlamento de aliño, uno más de esos en los que hace una radiografía bastante exacta de la situación política y económica a la que nos ha conducido el zapaterato -y no solo él, desde luego-- y adiós muy buenas. Aznar, para bien o para mal, ha puesto el listón muy alto, incluso muy altisonante. A Rajoy le toca recoger el guante, embridar palabras excesivas y, de una vez, hacer propuestas.
El portavoz del PP, Esteban González Pons, dijo esta semana que sería conveniente un pacto con el PSOE para reconducir las autonomías, lo que es más que disminuir el gasto autonómico. Puede que la idea cause alarma en Cataluña, que es la única autonomía en la que no gobiernan ni el PSOE ni el PP, pero qué duda cabe de que algo hay que hacer antes de que del estado de alarma pase la ciudadanía al de indignación. Y esa tarea, la de reconducir en algo o en bastante el Estado autonómico, no puede hacerla un solo partido, aunque ganase por mayoría absoluta -que sospecho que va a ser que no-- las próximas elecciones generales.
Puede que tengan razón los voceros del PP: con Zapatero no se puede pactar nada, porque vira cual veleta, está agotado y con ganas de irse. Puede que así sea, puede que no. Lo que tengo clarísimo es que la iniciativa le corresponde ahora a Rajoy, que ya no puede limitarse a seguir haciendo el papel del opositor que aguarda a que se produzca una vacante para ocupar plaza. Puede que esa estrategia que aseguran que le recomiendan le convenga a él personalmente; a España no le conviene. Esperamos más, y pronto, de Mariano Rajoy.