España, a la egipcia

18/05/2011 - 00:00 Rafael Torres

 
O a la tunecina: los jóvenes más conscientes usan para convocarse las únicas redes sociales a las que tienen acceso, las de Internet, y acampan en las plazas. Su intención también es la misma, salvadas sean las pocas diferencias políticas que pueda haber entre nuestro país y los vecinos de la otra orilla del Mediterráneo: acabar con el ominoso trato que les dispensa un régimen, un sistema tan podrido que no puede ser sino execrado por las personas decentes. Piden democracia real en plena parodia electoral. Democracia. Gobierno del pueblo. La pena es que en España, probablemente, ya no hay pueblo, sino gente, que no es lo mismo, ni muchísimo menos.

    Que los chicos que no se resignan a la neoesclavitud ni están embrutecidos por el consumo o por el botellón salgan a la calle, y tomen las plazas, es un suceso tan positivo como espantosa es la causa que les ha forzado a revolverse contra el sistema: no se sienten representados en la política, ni actores de ella. Eso tienen en común, por cierto, con sus padres y sus abuelos, eternamente ninguneados por el poder. Y no es casual que todo esto ocurra en la campaña para las municipales y autonómicas, cuando se desquicia el sarcasmo de que quienes abandonaron a la sociedad para refugiarse cómodamente en el Estado, o sea, los políticos, hacen su puntual safari por esa sociedad a la caza de votos.

    Los jóvenes tunecinos y egipcios no han enseñado a los españoles a usar Internet, pero sí a usarlo para algo que merezca la pena. Esa ha sido la lección que dieron y que, por lo visto, a bastantes ha aprovechado. Pero la segunda lección la tienen que aprender todavía, pues no versa sobre espontáneas rebeldías virtuales, sino sobre qué hacer después para que la cosa no se estanque en los pantanos de la realidad y no sea deglutida, o desviada, o manipulada, o inutilizada en sus arenas movedizas, que es lo que parece haber pasado en Túnez y en Egipto precisamente. En todo caso, la legitimidad representativa de los cargos electos el 22-M queda, eso sí, en entredicho.
 
  
 
 
 
   
 
   
 
  
 
   
 
 
  
 
  
 
 
 
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