Espectros
Llegó Feijóo, noqueado desde la noche electoral, como un espectro, sin aceptar su realidad. La derrota fue tan imprevista, tan sorpresiva, tan dolorosa, que aún no se ha hecho a la idea.
La anécdota se le atribuye a Paco Umbral, en una de aquellas tertulias que se celebraban en el Café Gijón. A través de las cristaleras del local vio acercarse, pálido y serio, a Antonio Buero Vallejo, que como él acudía allí a menudo, y, sarcástico y mordaz, dijo a sus contertulios: “Por ahí llega Buero, que en paz descanse”. Me recordó la anécdota lo ocurrido esta semana en el Congreso. Llegó Feijóo, noqueado desde la noche electoral, como un espectro, sin aceptar su realidad. La derrota fue tan imprevista, tan sorpresiva, tan dolorosa, que aún no se ha hecho a la idea. Todo lo que ha venido después, lo ocurrido en los últimos días, está en relación con ese hecho inmodificable: los números no le han dado.
Feijóo, quien se resistía a trasladarse a Madrid, cómodo como estaba acumulando mayorías absolutas en Galicia, era y es la opción más acertada del ala moderada del Partido Popular. Él conocía bien las corrientes que lo recorren. De las ruinas del proyecto de Fraga había surgido un nuevo partido que aunó en su seno a conservadores, democristianos y liberales, incluso a socialdemócratas. Pero han pasado muchas cosas desde entonces, entre ellas la caída de los regímenes comunistas, la revolución conservadora y varias crisis económicas, sobre todo la de 2008, que cambió los sistemas de partidos en prácticamente toda Europa. Las tres grandes familias, que convivían en un equilibrio estable, se convirtieron en dos grandes tendencias: una moderada y pragmática frente a otra radical e ideologizada. El problema es que sus propios dirigentes atizaron durante años el radicalismo cultural más rancio y el nacionalismo más extremo a la vez que su labor de gobierno era tibia y timorata en la toma de decisiones, llegando a su cumbre con Rajoy la decepción que supuso esa disonancia constante. La aparición de Vox ni fue prevista ni fue combatida en su momento, al contrario. Se mantuvo el extremismo verbal que animó a emigrar a Vox a buena parte de sus votantes. De aquel “a por ellos” vienen los actuales lodos. Ganar un puñado de comunidades autónomas y ayuntamientos les ha costado el Gobierno central. Su estrategia de alianzas con Vox, para volver a tener esperanzas de victoria, deberá ser revisada. No les queda otra.
Por lo demás, sale Óscar Puente a hablar en nombre de todas aquellas almas en pena que han ganado las elecciones, pero perdido sus ayuntamientos o comunidades. Lógica indignación en el PP, que no se esperaba tan burlesca jugada. Lo tiene fácil, no obstante, en su réplica: poner a Rafa Hernando a dar la suya a Pedro Sánchez. Mientras, Paco Núñez se pasea por la zona de invitados del Congreso, en el palco alto, como el niño del El sexto sentido, el cual, perdonen el espóiler, no sabía que estaba muerto.