Esperanza tras el aval de la ONU
19/03/2011 - 18:34
Gadafi ha ignorado el ultimátum que le ha dado Obama tras haberse aprobado la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que autoriza el uso de la fuerza para proteger a los libios. Si nada cambia radicalmente, en breve comenzaran las operaciones militares de los aliados. El tiempo de Gadafi se acaba. Y puede dar comienzo una etapa de esperanza en la sociedad internacional.
Parecía imposible, pero finalmente ni China ni Rusia ejercitaron su derecho de veto y facilitaron así la aprobación de la resolución 1973. La forma indiscriminada con la que Gadafi está aplastando a los libios, ha terminado con las dudas y temores que Rusia y China han mostrado. Teniendo en cuenta que el caso representa un precedente para ellos mismos, ambos países han actuado, al final, con responsabilidad.
El uso de la fuerza y la situación de guerra siempre es una mala opción. Implica destrucción, sangre y sufrimiento. Por eso sólo puede utilizarse como último recurso cuando un conjunto de instrumentos de otro tipo no han funcionado y además hay una certeza de que la operación militar en cuestión va a cumplir con los objetivos necesarios. Gadafi ha tenido todo tipo de advertencias y ha optado por continuar masacrando a su propia población. Deberá ahora hacer frente a las consecuencias.
Habrá quienes utilicen el caso de Libia para asimilarlo con la invasión de Irak de 2003. Sin embargo, uno y otro episodio no pueden ser más dispares. Si bien Irak fue ilegal y no contó con una resolución del Consejo de Seguridad Naciones Unidas, en Libia los aliados no han actuado hasta que no han tenido el aval del Consejo; si bien Irak constituyó una acción unilateral que dividió a Europa y Estados Unidos, en Libia la comunidad internacional ha respondido unida; y por último, si bien la operación militar sobre Irak respondía a unos oscuros intereses neoconservadores de Bush, en el caso de Libia hay una genuina vocación de parar una masacre.
La posibilidad de haberse inhibido en este asunto hubiera sido dramática. No sólo por una mera cuestión moral sino porque la pasibilidad del mundo ante las matanzas hubiera animado a otros dictadores a hacer lo mismo en situaciones similares en el futuro. El mensaje para el futuro es de una gran intensidad: allá donde prenda la mecha de la libertad, los sátrapas y tiranos habrán de ingeniárselas para facilitar una transición. La comunidad internacional les vigila.