Espíritu de contradicción

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

EL COMENTARIO
Enrique G.jordá - Periodista
El día que un grupo político de cualquier ayuntamiento, diputación, congreso o senado –en el gobierno o en la oposición–, presente un proyecto de gestión que sea coherente, razonable y de provecho para los ciudadanos, y sea recibido con igual ilusión y aceptación sin trabas por el otro grupo político –en la oposición o en el gobierno– hablaremos de democracia y de bienestar.
Hablaremos de buena educación política. Algo de lo que estamos muy faltos en este país.

Por alguna razón de complicados e ininteligibles argumentos, en la esencia trasnochada de las ideologías, las que sean, hay que estar en contra, por norma, con todo lo que sea externo a su pensamiento de partido, y esto conlleva un excesivo y preocupante perjuicio a los ciudadanos. Qué complicado resulta para la alcaldía de un municipio, para la diputación de una provincia, o para el gobierno de una comunidad, “comunicarse y entenderse” con una alcaldía, diputación o gobierno central, de otra corriente política, la que sea.

Da lo mismo que tu idea y proyecto estén valorados y analizados por expertos; que sea la mejor solución a un importante problema ciudadano o comunitario, o la óptima opción ante el futuro que se avecina. Da igual. Si los que “mandan” no son de tu partido, estás aviado y lo tienes muy difícil. Habrá problemas, se sacarán excusas de la manga, buscarán y rebuscarán cualquier argumento, por muy peregrino que sea, para rechazar de plano tu posible gestión. Cambiarán las palabras y las normas. Y si es posible, tu propuesta será ridiculizada hasta la extenuación. Este es el panorama actual en el que mayoritariamente nos movemos. Cierto que existen proyectos que se adjudican simplemente por el hecho de pertenecer al mismo bando político, aunque sean auténticos disparates apoyados por oscuros intereses, pero existen otros que sí valen la pena y que tropiezan con la ciega armadura de los intereses partidistas.

Al final, muy al final, ganarán la coherencia y la razón, y aquellos buenos proyectos presentados hace tiempo, se realizaran. Eso sí, a un precio mucho más elevado que si se hubieran realizado en su momento. Es el precio que los ciudadanos pagamos de las absurdas contradicciones políticas.

De los nacionalismos, mejor no hablar. Una de las más grandes ventajas de vivir en una comunidad como Castilla-La Mancha y en cualquiera de sus municipios, es la ausencia de ideologías nacionalistas. Parece una banalidad, pero no lo es. No hay más que darse una vuelta por algunas de las autonomías con gobiernos nacionalistas para apreciar donde uno reside.