Estamos a las puertas de un nuevo cónclave
22/02/2013 - 00:00
Estamos a punto de asistir a uno de los acontecimientos de carácter universal que solo, hasta el momento, se han venido produciendo con una periodicidad de varios siglos. Lo que vamos a vivir el próximo jueves tiene como precedente más inmediato el año 1415, siendo el cuarto en número total que se ha producido en toda la historia de la Iglesia. Me refiero, sí, al inminente cónclave, tras la renuncia por parte de Benedicto XVI a la Sede de Pedro, en un gesto nada usual de cuya sorprendente singularidad todavía no nos hemos repuesto. El cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia Católica a una edad avanzada, setenta y ocho años, demasiada edad como para cargar con la enorme responsabilidad y el intenso trabajo que supone conducir a buen puerto la Nave de Pedro, en tiempos tan complejos como lo son estos que bien entrado el siglo XXI nos ha tocado vivir. Y a pesar de todo el anciano cardenal aceptó el encargo, se entregó a él en cuerpo y alma, hasta que en un acto de humildad sin precedentes, optó por retirarse y dar paso a otro que el Espíritu Santo proveerá en un nuevo cónclave, capaz de hacer frente con energías renovadas a los escollos y compromisos que un Papa tiene que salvar, y que en el mundo, presente y futuro, no son ni serán pocos. A la vista unas jornadas agotadoras: la J.M.J. de Río de Janeiro, que le obligarían a viajar en avión (lo tiene prohibido después de la última intervención quirúrgica), preparar y revisar decenas de discursos, el inevitable ajetreo de esos días, para lo que precisaría de unas reservas de salud que él no posee.
En los ocho años de máxima responsabilidad de Benedicto XVI como Papa, ha tenido que resolver problemas internos y externos a la Iglesia de máxima importancia, que en este momento no es mi intención detallar por ser de todos conocidos. Y lo ha hecho enfrentándose a dificultades, algunas de ellas endémicas, de manera efectiva, aplicando sencillamente la línea señalada por el Evangelio, que no es otra que la línea de siempre, la que Jesucristo marcó hace más de veinte siglos, y la única a seguir comenzando por los más directos responsables del mensaje cristiano que, como hombres que son, tienen sus fallos igual que cada hijo de vecino, y con ellos la sagrada obligación de corregirlos. El anciano pontífice ha seguido esa línea durante su periodo papal. Benedicto XVI pasará a la Historia, a la par que su antecesor Juan Pablo II de tan feliz recuerdo, como uno de los pontífices más destacados de los últimos siglos. Ante la duda de lo que vendría después por cuanto al Papa cesante -efectuada la renuncia, convocado el cónclave y elegido el nuevo Vicario de Cristo-, se ha especulado acerca de si su dignidad pretérita quedaría reducida a la de un simple obispo emérito; después he leído que no será así, que seguirá llamándose Benedicto XVI, también en su retiro, y tendrá el tratamiento de Su Santidad, como no podía ser menos. ?.