ETA: la amarga victoria
24/10/2011 - 00:00
Amén de las treguas rotas a bombazos, los comunicados de alto el
fuego resueltos con tiros en la nuca y la ristra de considerandos vomitivos que precedían a la frase esencial: ETA ha decidido el cese definitivo de la actividad armada" -ni se disuelven, ni entregan sus armas, ni se arrepienten de la sangre derramada, ni piden perdón a sus víctimas sino que homenajean a sus asesinos y exigen negociación a España y Francia- la razón por la que la población española ni acaba de creerse ni de alegrarse del todo se llama Bildu.
La amargura procede no de ese anuncio sino de sus prolegómenos, de su escenificación como victoria que, aunque haya en parte que entender como propaganda para camuflar su fracaso, tiene también motivos que apuntalan la sensación de haber obtenido pago y beneficios políticos por sus crímenes. La visualización es en realidad muy simple.
Si este abandono del terror se hubiera producido sin sus tentáculos de Bildu legalizados y triunfantes en las instituciones, la alegría democrática hoy sería mucho más clara y esos considerandos etarras del comunicado despreciados como pura parafernalia.
Es cierto que las diferencias de lo ahora sucedido son notorias con respecto a aquel malhadado Proceso de Paz. La firmeza en la lucha antiterrorista posterior a la T-4 ha acabado por acogotar a la banda y puede defenderse la afirmación de que no ha habido concesiones con el dato de que mientras entonces se produjo la vergonzosa excarcelación de De Juana Chaos, hoy Otegui está en la cárcel. Ello puede hacer entender la posición y la expresión del líder de la oposición y probable futuro presidente Mariano Rajoy.
Pero creo que se entiende mejor a la luz de lo que pueden ser sus responsabilidades futuras. Porque el hecho irreversible es que Bildu y desde noviembre Amaiur (o sea, los brazos políticos de ETA-Batasuna) están y estarán en las instituciones. No debieron estar. Pero están y la infamia del Tribunal Constitucional permitiéndolo cuando ETA aún no había abandonado las armas (y esto es mucho más que un matiz, porque este orden de sumandos sí que altera y mucho el resultado) es lo que degrada hoy el triunfo de la democracia.
Pero si ya, cuando no debía haberse producido, se produjo esa sentencia político-judicial cuyo responsable último es Zapatero, hoy, cuando ETA ha renunciado a las armas, esa presencia ya no tiene marcha atrás y la imposibilidad legal de lograrlo es casi absoluta.
Sin armas ni violencia, todas las ideas, excepto precisamente aquellas que preconicen la violencia o la violación de los Derechos Humanos, son defendibles.
En realidad y más allá de este debate actual con crecientes componentes de esterilidad, si la victoria es de la democracia o de ETA, la respuesta a la incógnita está en el devenir más próximo y ahí es donde encontraremos los hechos y las respuestas.
Y en ello es en lo que uno tiene la sensación que pensaba el líder del PP. Porque lo que realmente va a ser lo trascendental más allá de un comunicado lo dirá el próximo mañana y habrá de gestionarlo muy probablemente Rajoy. La línea que separará el triunfo de la democracia o el suicidio del Estado de Derecho esta en dos cuestiones muy simples: El mantenimiento del principio irrompible de que los criminales han de pagar por sus crímenes y no ser premiados por ellos.
Porque el criminal deje de matar no queda exculpado de su delito y menos ha de ser convertido en héroe. La justicia ha de seguir actuando y cumpliéndose, los delincuentes, aún no capturados con delitos pendientes, detenidos; los que sigan violando las leyes, perseguidos; los culpables, cumplir sus penas y sus víctimas, amparados por la sociedad y sus referentes morales.
Esa es una condición. La otra habrá de ser el NO más rotundo a la pretensión de interlocución de los terroristas, a cualquier negociación política sobre territorio a cualquier otra cosa que no sea la entrega de sus armas y su disolución sin condiciones.
Queda otra incógnita por resolver. Y no es baladí. ¿Qué hará ETA si no se cede a sus pretensiones? ¿Volverán a las andadas? Las armas aún las tienen. Y no parece que gana alguna de entregarlas. La tranquilidad sólo será irreversible cuando las hayan rendido y la organización haya quedado disuelta. Sólo entonces habrá que celebrar el fin de ETA. No ahora