Excepticismo y desconfianza

30/12/2010 - 00:00 Luis del Val

 
Habría que tener la fe del carbonero para creer al presidente del Gobierno cuando anuncia que ha acabado la recesión, que nos encontramos en la última curva, que estamos ya recuperándonos, y, menos mal, que doña Elena ha abandonado las metáforas hortofrutícolas de los brotes verdes, confundiendo los espárragos con las cuentas de resultados. Habría que poseer la convicción de un seminarista de vocación tardía para pensar que cuando, presumiblemente, Zapatero dé paso a otro gobierno, y, muy previsiblemente, a otro partido, la situación va a tener una mejoría visible y rápida, porque esto va para largo, se comenzó a intentar atajar muy tarde y saldremos de la crisis mucho más tarde que otros países de la Unión Europea que no leían el cuento de la lechera por la noche y se lo contaban a los ciudadanos por la mañana. Si en la medalla del amor el santo y seña era "hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana", en la medalla del análisis de la situación económica habría que escribir "este año peor que el anterior, pero mejor que el próximo", porque 2011 va a ser más duro, más largo y más áspero en todos los aspectos que el año que se nos va. Más duro, porque no se va a crear empleo y los parados de larga duración se van a quedar ayunos incluso de la limosna, más largo porque ya somos conscientes de lo que se avecina mucho antes del uno de enero, y más áspero porque la paz social se va a ir quebrando en huelgas, protestas, revueltas y cualquiera de esos etcéteras que están al final de la desesperación. Zapatero va a agotar los noventa minutos que dura el partido, se va entrenando en la pañolada que puede concluir con una pitada fenomenal al término del encuentro, pero ni va a dimitir, ni va a ser sustituido. El laico espera un milagro, y el resto sobrevive entre el escepticismo y la desconfianza.