Extinción

05/12/2019 - 12:06 Jesús de Andrés

Es ahora o nunca porque el calentamiento ha arrasado glaciares, está provocando el deshielo de los polos y, con él, la subida del nivel del mar.

Se celebra en Madrid en estos días, con la certeza de su emergencia, de su urgente necesidad, con la convicción de que es ahora o nunca, la cumbre del clima, la conferencia sobre el cambio climático de Naciones Unidas. La emisión de gases de efecto invernadero como consecuencia del uso de combustibles fósiles -petróleo y carbón sobre todo- ha elevado la temperatura media del planeta en un breve plazo de tiempo, algo en lo que coinciden científicos de todas las ramas del saber. Le hemos puesto un plástico invisible a nuestra atmósfera que impide que escape el calor. Por supuesto, cómo no, han surgido también los negacionistas, los climaescépticos que niegan la realidad y en lugar de atender a los datos de la ciencia acuden a la fantasía de sus prejuicios y obsesiones ideológicas.

Es ahora o nunca porque el calentamiento ha arrasado glaciares, está provocando el deshielo de los polos y, con él, la subida del nivel del mar. ¿Estamos a tiempo de revertir la tendencia? Sin duda, pero tomando medidas. No se puede mirar para otro lado porque el problema está ahí, avanzando cada día que pasa. Reducir las emisiones de CO2 requiere abandonar el uso de combustibles fósiles y su sustitución por energías renovables. La solución al problema obliga a tomar medidas impopulares, a ir más allá del simple -aunque necesario- reciclado de los desechos domésticos. Pero los intereses económicos en juego son muchos y los países productores de petróleo y las empresas involucradas están en contra y financian a todo aquel que siembre dudas. 

También hay quien, en tono apocalíptico, considera que el planeta ya está abocado a la extinción, y no es así. El planeta no se extinguirá por nuestra causa, seguirá dando vueltas alrededor del sol durante miles de millones de años. Y lo hará con nosotros o sin nosotros. Ya ha pasado en su dilatada historia geológica por enormes contratiempos y apenas se ha desviado de su órbita. No. Lo que nos jugamos, como bien dice Emilio Luque, es la continuidad de nuestra civilización, del desarrollo de la humanidad tal y como la hemos conocido. Perseverar en el desastre ecológico supondría la muerte de millones de personas, la brutal transformación de nuestras formas de vida, la desertización y la desaparición de miles de especies animales. Los humanos somos duros y posiblemente sobreviviéramos, aunque en condiciones más precarias e inciertas. La humanidad, como el capitalismo o la democracia, tiene tendencias suicidas que hay que corregir para evitar su autodestrucción. Frente a los negacionistas y a los agoreros, cabe una opción optimista que persevere en el progreso de la humanidad basado en la defensa de la razón, la ciencia y la democracia liberal. Pero para ello, por supuesto, hay que ponerse manos a la obra. No hay tiempo que perder.