Familias, parejas y rupturas
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
ROBERTO GRAO GARCÍA Foro Independiente de Opinión
Puesto que la familia es la célula básica, donde nace, se organiza y desarrolla la sociedad civil, la ruptura del vínculo conyugal, lesiona gravemente la raíz misma de la convivencia humana, especialmente cuando esa ruptura se favorece o facilita legalmente y se generaliza en muchas familias. Este hecho es bien sabido y reconocido por todas las parejas que desean casarse, pero ello no impide que, ante posibles futuros desencuentros, discusiones, e incluso incompatibilidades, muchas parejas aceptan como algo inevitable la posibilidad de la ruptura del vínculo adquirido, porque no están dispuestas a mantener el compromiso de su mantenimiento indefinido, aun sabiendo que el contrato matrimonial, no es un contrato común y corriente, donde se establecen obligaciones, derechos y responsabilidades de las partes, sino que afecta al ser completo y a la vida total de las personas.
Esa ruptura la pagan siempre los hijos en mayor o menor medida, según su edad y sensibilidad, porque en ningún caso pueden alcanzar a comprender los motivos de los padres para adoptar tal decisión y la sufren con su personal desamparo existencial y emocional, reaccionando muchas veces con rencor no disimulado hacia uno u otro cónyuge o incluso hacia los dos.
El daño que produce a los hijos y a la sociedad esta lamentable y extendida situación del divorcio o ruptura del vínculo matrimonial, se une a otras situaciones más lamentables y perniciosas todavía, como son las parejas que conviven sin casarse, sin papeles. Me refiero a las parejas de hecho, en las que se suele incluir el sexo libre, seguro y sin consecuencias junto con la dudosa intención de convertirse o no, en relación permanente o definitiva. Se convive mientras vayan bien las cosas, al tiempo que se mantienen proyectos vitales independientes. Y cuando el sexo seguro falla, es frecuente recurrir a la eliminación del hijo engendrado (aborto) apelando al trastorno psicológico que les produce a los padres y sobre todo a la madre. La vida que viene en camino no es una hermosa visita, sino un contratiempo, una anomalía inesperada y no deseada, embarazo no deseado lo llaman, que hay que eliminar para continuar la aparente vida placentera de la pareja, sin sobresaltos ni molestas responsabilidades.
El sexo seguro forma parte de una cultura que ve en la fecundidad un peso indeseado e insoportable: los hijos rompen el equilibrio vital de la libertad de la pareja, porque suponen un gran compromiso y siempre complicarán una posible separación o ruptura; su mantenimiento y educación es cara y sacrificada, y el tiempo para disfrutar de la vida de los padres, escaso.
Por eso, el matrimonio y la familia legales se han sustituido en demasiados casos, por una simple relación temporal de pareja. ¡Qué pena! Y qué peligro suponen estas situaciones para las personas y la sociedad del futuro, porque no podemos olvidar que, en la vida, como en la agricultura, se recoge con arreglo a lo que se siembra y si se siembra egoísmo, que eso es en el fondo el rechazo de los hijos o la ruptura del vínculo conyugal, se recoge egoísmo, mezquindad y desprecio.