Fiesta en los cementerios

30/10/2015 - 23:00 Antonio Yagüe

En vez de visitar a tus muertos, haz el tonto por la calle. Este podía ser un reclamo para la “noche de la calabaza”, rara fiesta por estos pagos, que cada año se celebra el 31 de octubre, víspera de todos los santos, en muchas ciudades del mundo. Conocida como noche de brujas, Halloween arranca de una tradición pagana de origen celta nacida en lo más profundo de Estados Unidos. Hoy es la principal atracción de Las Vegas o Nueva York, donde miles de personas salen a las calles con trajes fabulosos, bandas, bailarines y artistas. En España la fiesta se abre paso en parques de atracciones, discotecas, y colegios y guarderías donde los niños se disfrazan y hacen dibujos con calabazas. La gastronomía ocupa un lugar importante, con los tradicionales panellets, huesos de santo o buñuelos de viento. Lo último son los Dedos de Bruja, recomendados por su bajo contenido calórico y azúcares. Están elaborados con harinas integrales y aceite de oliva. La uña, ensangretanta, a base de mermelada y arándanos, tiene un aspecto terrorífico. A este paso, pronto celebraremos el Día de Acción de Gracias. Pero todavía la gente normal sigue acudiendo a los cementerios, llevando flores a los seres queridos. Sin brujas, escobas, monstruos, esqueletos y disfraces tenebrosos. No se descarta que en generaciones futuras la Fiesta de Halloween acabe celebrándose en el cementerio. Los camposantos también se modernizan. En Tokio se ha inaugurado uno vertical todo diseño y tecnología. La solución más práctica a falta de suelo urbano. Los llamados Escalera al cielo son ya habituales en mega ciudades como Brasil, no porque falte sitio para enterrar a los difuntos sino porque, al ser tan grandes, desplazarse a visitarlos o ir y venir a un sepelio supone hacerse 100 kilómetros. También en China estos cementerios 2.0 en pisos están en boga. Puede ser la salida más barata. De unos años a esta parte, la incineración es una vía muy demandada en España. Luego vienen las extravagancias. A pesar de la prohibición, las cenizas son vertidas en la playa preferida del finado, los alrededores del pueblo o el paraje que tanto le gustaba. Como la Virgen de la Hoz molinesa y Santa Catalina en Hinojosa. O acaban bajo el césped del estadio de su equipo.