Frío hasta en la sopa
Un paisano de tiempos en los que cada uno era lo que le daba la gana y podía disentir está convencido de que los meteorólogos, o sus mandamases, están empeñados en que hablemos mucho del tiempo y no lo hagamos de otras cosas.
Cuando asoma el invierno nos abruman desde telediarios y otros giliespacios televisivos con predicciones catastrofistas, imágenes de danas, heladas y enviadas/os especiales a puertos nevados.
Antes también exhibían cierto pijerío cuando lanzaban sus previsiones en fin de semana, como si todos nos fuéramos a ir de excursión, a la sierra o la playa. Muchas veces calificaban las lluvias como “mal tiempo” para rebote de los agricultores que llevaban meses soñando y rezando para que regaran los campos.
La brasa actual de los braseros/as de turno, echando mano de una neolengua manipuladora, acojona al más pintado. Sobre todo si había hecho idea de salir de viaje por solazarse, turistear o por algún imprevisto.
Nos hablan de barrerán la Península “chorros polares”, “frentes atlánticos asociados a profundas borrascas”, “trenes de borrascas”, “heladas severas”, “frío, frío, mucho frío”… Luego resultará que diciembre (debido al cambio climático, claro) será más caluroso de lo habitual.
Utilizar el lenguaje como instrumento de manipulación no es un invento de George Orwell. Ha existido desde el amanecer de la humanidad. Los del tiempo no debían dejarse llevar por corrientes o sugerencias de arriba.
Molina de Aragón ya es más titulada como Ciudad del Frío que como “muy ilustre y heroica”. No sabemos si esta moda de exagerar a nivel nacional beneficiará la campaña del Ayuntamiento para hacer rentable el liderazgo en bajas temperaturas.
La iniciativa, como algunas faenas taurinas, ha sido recibida con división de opiniones. Este ‘puente’ con la privilegiada Nochebuena molinesa adelantada puede ser la prueba de fuego. O de frío.