Fukushima y la vergonzosa perorata
15/03/2011 - 00:00
Siento una gran vergüenza ahora, al recordar la literatura y las vanas peroratas de aquellos pronucleares que se han dedicado durante décadas a negar la existencia de los graves riesgos que las centrales comportan, en un negativismo parecido al de los que niegan el holocausto. Con una sospecha nada remota: que muchos de ellos han venido actuando bajo soborno. Siempre pensé en la indignidad que entraña ignorar los gravísimos riesgos a cambio de unos beneficios económicos. Todo eso lo sabemos tanto los tales como los que siempre hemos exigido la máxima seguridad en todos los aspectos, incluso sin negar a priori la viabilidad de las centrales nucleares con tal de contar con un dictamen favorable objetivo, decente y universal sobre los riesgos. Es más, se me ocurre ahora, una asunción de las nucleares si viene acompañada de una asunción pública y democrática de los riesgos que comportan. Cuando digo democrática digo que la asunción sea en forma de referéndums a nivel mundial. Digo aceptar democráticamente el posible desastre para quienes piensan que no hay alternativa.
En fin, mi perplejidad ante esas declaraciones de la señora Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, en las que todo es vida y dulzura y todo maravilloso en torno a las nucleares. Las declaraciones de la presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear han sido de una flojedad y ambigüedad exasperantes. Y no digamos las del embajador de España en Tokio a la cadena SER. Aplausos merecen las decisiones de la canciller alemana Merkel, un ejemplo de decencia, seriedad y responsabilidad, virtudes tan escasas en los políticos de nuestros días. Por cierto, qué oportunidad acaba de perderse Zapatero de haberse adelantado a Angela Merkel y actuado venciendo las presiones de Sebastián y del lobby nuclear. Zapatero, Zapatero, quién te ha visto y quién te ve, como en lo de Sortu, ya se lo ha dicho el sabio Eguiguren, mala cosa el miedo a la derecha. Pero en fin, lo de Japón y Fukushima es de una gravedad extrema, aunque no ha hecho nada más que empezar y por ahí puede venir la segunda revolución del siglo XXI.
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