Funestos augurios

09/08/2020 - 13:49 Gloria Magro

Funestos augurios para lo que a priori es un verano de manual, recogido, en familia y a ser posible en el pueblo.

Este largo y cálido verano de 2020 está resultando tan anómalo e inusual como lo fue la primavera, por no mencionar ese nefasto final de invierno tan difícil de olvidar y que tantas secuelas nos está dejando. Un año maldito que se arrastra por el calendario entre sobresaltos, noticias funestas y giros inesperados. ¿Qué nos depararán las próximas semanas, los próximos meses? Imposible saberlo sin consultar una bola de cristal aunque a poco que echemos la vista atrás veremos que si algo puede ir mal, irá a peor. No hace falta ser adivino para pensar que nuestras peores pesadillas son un presente que nos tiene atrapados en una cárcel invisible.

La actualidad no da respiro, resulta imposible apartarse voluntariamente de las redes sociales mientras escupen noticias al minuto. Así no hay quien cumpla el propósito veraniego de apagar el móvil, el IPad, la televisión… No este año en que el mundo parece girar más rápido y veloz, amenazando seriamente con salirse de su eje. ¿Estaremos al final de una era? ¿Será un cambio de ciclo revolucionario y brutal como auguran los adictos a las conspiraciones?

Funestos augurios para lo que a priori es un verano de manual, recogido, en familia y a ser posible en el pueblo. Un verano de pantalón corto y chanclas, barbacoas reducidas y horizontes que no van más allá de la provincia o de la costa de Levante, el destino playero más cercano.  No lo hemos elegido así, nos ha venido impuesto, pero desde luego que ha habido momentos peores que este que nos concede tiempo e introspección a raudales.  Aún así nos bulle por dentro una intranquilidad que nos impide dormir bien, aunque ahora podamos achacarlo al calor en vez de a la pandemia y al confinamiento. Después de las mascarillas y el hidrógel, la tila y las píldoras de melisa y pasiflora deben de ser lo más venido en las farmacias.

La incertidumbre sobre el futuro más inmediato, sobre ese septiembre que ya asoma, nos atenaza y  nos hace sentir vulnerables, a merced de fuerzas que se nos escapan. Nos falta un Stefan Zweig que ponga el mundo de hoy sobre papel, un narrador que fije este momento que no se deja capturar y se nos va de entre las manos. 

Volverán las oscuras golondrinas, que decía la oda a la fatalidad de Bécquer, pero también la esperanza y un horizonte más claro y despejado. Nos amoldaremos a este nuevo mundo que se nos presenta irremediable y por defecto en estas semanas estivales. La siega de la lavanda impregnará las alcarrias con su perfume embriagador, suavizando los contornos de la realidad. Quisiera poder ir esta noche al Molino de Yela -http://experiences.simplyfab.es/- y acompañar a Veronique Gladstone y a sus invitados a la última de sus cenas en ese mundo mágico y encantador que recrea la Provenza a pocos kilómetros de Guadalajara. Otro año será, el próximo verano, que a buen seguro nos traerá más certezas que el actual, ya sin mascarillas de por medio. Confiemos.