Fútbol ya

21/08/2018 - 21:21 Javier Sanz

Tener las llaves del palco es tan importante o más que abrir el Ministerio de Fomento, pues allí se cierran obras de ocho ceros para arriba.

Todavía con la resaca de un Mundial que nos puso en el sitio exacto de la fila futbolera, andamos por las barras de los bares volviendo la cabeza hacia la caja que nos alivia de todos los males, antes lo fue el confesionario. Necesitamos fútbol en vena tanto como el yonki el jaco, en parte porque no queremos salir de la tribu, en parte porque dependemos de un calendario a medida que no igualan ni el religioso ni el laboral ni aún en lo festivo. En la final de la Champions, o del Mundial, no aterriza un paciente por las Urgencias de La Paz aunque lleve, como Mortadelo, un hacha en lo alto de la cabeza.

El fútbol parecía un invento de Franco, pero resiste regímenes que ni el general hubiera imaginado. Tener las llaves del palco es tan importante o más que abrir el Ministerio de Fomento, pues allí se cierran obras de ocho ceros para arriba. El guión parece el mismo, once contra once y, ahora, un juez ayudado por la moviola, rien ne va plus, pero no. Fútbol puro, genuino, no se ve ya ni en los campos de los frailes, incluso en el incipiente femenino conectan terminales asiáticas de casas de apuestas para pegar el petardazo en un encuentro que aquí pasa inadvertido hasta en el barrio de la capital de provincia. El fútbol es negocio hoy, pero desde lo periférico, desde la industria que lo ordeña con guantes de acero.

Este ordeño comienza cada vez más temprano, sin lugar para vacaciones, casi, empalmando ligas, de nombre bancario, por supuesto, con superligas o supercopas, creando dioses como becerros de oro que suplan a los verdaderos. Hasta que Moisés estrelle las tablas contra la pantalla de la televisión y mande volver al de verdad, al que jugaba Miguel Delibes por la mañana tras recorrer cuarenta kilómetros en bicicleta, antes de ver al Valladolid por la tarde, con camisa blanca y corbata. Mientras esto llega, disfrácese la tribu por igual y adore a quien estafa al fisco de su país hasta 15 millones de euros, lo que no gana la tribu íntegra en cinco años. Arriba el telón. Empiece la comedia.