Futuro

22/05/2023 - 15:48 Jesús de Andrés

No se concibe la ablación del clítoris y dentro de no mucho nos parecerá a todos lo que es: una práctica primitiva que se sigue practicando en un buen puñado de países. No daremos crédito tampoco a cosas como la pena de muerte o el maltrato animal. 

Hace apenas 10.000 años el ser humano descubrió la agricultura. Hasta ese momento, tan sólo éramos una especie dedicada a cazar y recolectar allá por donde iba, nómadas en busca de alimento. Siempre que tengo ocasión recomiendo la lectura de Sapiens, del historiador israelí Yuval Hoah Harari, un libro absorbente, que nos pone en la perspectiva exacta de lo que somos, del poco tiempo, apenas un instante, que llevamos en la Tierra. Y a pesar de ese poco tiempo, hay que ver cuánto hemos sido capaces de avanzar, de crear, de descubrir. Si hacemos un recorrido por los dos últimos siglos, el progreso en inmenso. Por ello, cabe preguntarse, de modo retórico, pues nadie sabe qué vendrá, qué será de nosotros, los humanos, dentro de otros 10 o 20.000 años, si es que todavía no nos hemos extinguido. No hay ciencia capaz de saber qué pasará en breve como para ser capaces de prever el futuro en esos términos. Lo que sí es cierto es que hay constantes que no cesan, que pese a todo hemos conseguido avanzar en distintos terrenos: el científico, el tecnológico, también el ético. Cuando echamos la vista atrás hay muchas prácticas que, afortunadamente, se han extinguido. Ya no practicamos el canibalismo, ni hacemos sacrificios humanos en honor de dioses ficticios, también hemos abolido hace no mucho la esclavitud. Otras muchas cosas quedan por superar, es cuestión de unas décadas. No se concibe la ablación del clítoris y dentro de no mucho nos parecerá a todos lo que es: una práctica primitiva que se sigue practicando en un buen puñado de países. No daremos crédito tampoco a cosas como la pena de muerte o el maltrato animal. En concreto, nos llenará de pavor comprobar cómo en pleno siglo XXI se seguía matando animales como forma de diversión, en espectáculos como la tauromaquia, o se maltrataba a pacíficos herbívoros en bárbaros rituales festivos.

También estoy seguro de que nos horrorizará conocer de qué manera se interrumpían embarazos en lo que hoy es nuestro presente. Leía esta semana una entrevista a una actriz española, Melanie Olivares, en la que reconocía que estando a punto de ir a recoger a Etiopía a la que iba a ser su hija adoptiva, se quedó embarazada “de alguien que no sabía quién era”, y pese a ello, pese a no estar en situación de riesgo físico ni económico, pese a desear ser madre, decidió abortar. Decidió que no quería saber nada de “esto que tengo aquí”. Estamos en plena prehistoria ética por muchos avances técnicos que consigamos. Nuestras actitudes con respecto a otros seres vivos y con respecto a nosotros mismos no soportarán el juicio del futuro. Más vale que fuéramos conscientes y comenzáramos a corregirlo ya.