Garzón al banquillo
01/10/2010 - 09:45
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VICTORIA LAFORA / Periodista
Francisco Franco, que dejó todo atado y bien atado, ha vuelto a ganar desde su tumba de Cualgamuros, (donde le acompañan contra su voluntad víctimas republicanas que para mayor sarcasmo han ido a parar junto a su asesino). El único juez que, atendiendo a la petición de los familiares de los desaparecidos, ha querido abrir una causa contra el franquismo y su barbarie, Baltasar Garzón, se sentará antes del verano en el banquillo de los acusados del Tribunal Supremo.
El magistrado Luciano Varela rechazó todas las pruebas solicitadas por Garzón y lo procesa por abrir sin competencias una causa contra la dictadura. Trasforma las diligencias en un procedimiento abreviado y da un plazo a las partes para que presenten sus acusaciones. Y las partes son, nada más y nada menos que el sindicato ultraderechista Manos Limpias y Falange Española y de las JONS, responsable esta última de gran parte de las desapariciones en la larga posguerra de hombres y mujeres cuyos huesos todavía hoy están enterrados junto a las cunetas y sin identificar.
Casualmente el procedimiento abreviado se filtra ayer a un medio de comunicación muy poco afín al juez, en medio del temporal del caso Gúrtel. Ni siquiera el abogado de Garzón tenía conocimiento de que se hubieran rechazado todas sus pruebas. Y no es casual si se tiene en cuenta que la persecución contra este magistrado de la Audiencia Nacional, que pronto dejará de serlo, se inició poco después de que destapara el escándalo de la trama Gúrtel y empezara a llamar a declarar a su despacho a dirigentes del Partido Popular.
El Tribunal Supremo, que hasta entonces no había admitido ninguna querella contra él, admitió de golpe tres, y alguna de ellas la va a costar su carrera judicial. Son gajes del oficio y en la saña con la que se le está tratando hay mucho de animadversiones personales, viejas rencillas entre colegas y luchas de poder en la magistratura.
Lo terrible, lo verdaderamente sangrante, es que una organización residual, con connotaciones fascistas como Falange, se haga, gracias a su personación en la causa, con las direcciones, nombres y apellidos e incluso teléfonos de las familias que fueron a pedir amparo a Garzón porque los huesos de sus antepasados yacen con un tiro en la nuca en fosas comunes que nadie quiere sacar a la luz. Posiblemente asesinados por los antepasados de los que ahora son la acusación particular del juez.
Casualmente el procedimiento abreviado se filtra ayer a un medio de comunicación muy poco afín al juez, en medio del temporal del caso Gúrtel. Ni siquiera el abogado de Garzón tenía conocimiento de que se hubieran rechazado todas sus pruebas. Y no es casual si se tiene en cuenta que la persecución contra este magistrado de la Audiencia Nacional, que pronto dejará de serlo, se inició poco después de que destapara el escándalo de la trama Gúrtel y empezara a llamar a declarar a su despacho a dirigentes del Partido Popular.
El Tribunal Supremo, que hasta entonces no había admitido ninguna querella contra él, admitió de golpe tres, y alguna de ellas la va a costar su carrera judicial. Son gajes del oficio y en la saña con la que se le está tratando hay mucho de animadversiones personales, viejas rencillas entre colegas y luchas de poder en la magistratura.
Lo terrible, lo verdaderamente sangrante, es que una organización residual, con connotaciones fascistas como Falange, se haga, gracias a su personación en la causa, con las direcciones, nombres y apellidos e incluso teléfonos de las familias que fueron a pedir amparo a Garzón porque los huesos de sus antepasados yacen con un tiro en la nuca en fosas comunes que nadie quiere sacar a la luz. Posiblemente asesinados por los antepasados de los que ahora son la acusación particular del juez.