Gracias por haber vivido Marcelino


He tenido la enorme suerte de compartir algunos momentos entrañables con Marcelino y Josefina. Si alguna vez puedo hablarle a mis nietos, ésta será la gran vivencia que les contaré. Recuerdo especialmente un día que pasamos en casa de Mari Carmen y Alejandro en Guadamur. En esa fecha estaba muy reciente la decisión del congreso de CCOO que más dolor le produjo en toda su dilatada historia de militancia. Sin embargo, ni un reproche, ni una queja, ni la menor alusión a la cuestión. Todos los temas de actualidad, fuese el tiempo que fuese, exigían a Marcelino un largo y profundo análisis para concluir en propuestas y estrategias que cerraba siempre con los elementos que han sido parte de su propia identidad: más libertad, más paz, más democracia y más igualdad. ¿Cómo explicar a los jóvenes la envergadura del legado que nos ha dejado Marcelino, sin aparecer en televisión ni en las tertulias ni en los nuevos formatos de la “Red”?. ¿Cómo hacer ver a las generaciones que no conocieron La Transición lo que han heredado gracias al sacrificio de Marcelino y otros como él y lo distinto que habría sido nuestro presente sin ellos?. ¿Cómo decirles a más de un millón de afiliados de Comisiones Obreras que la herramienta que es hoy el sindicato no es otra cosa que el empeño de Marcelino, que le costó años de cárcel, días y noches de lucha sin cuartel sin desfallecer un solo instante. ¿Cómo no recurrir a Marcelino para hablar de coherencia, sencillez, entrega, generosidad y militancia contra la escandalosa y cotidiana retahíla de actitudes mezquinas que hoy nos envuelven? ¿Cómo no se van a sentir orgullosos los militantes del PCE de contar con un camarada como Marcelino que recuerde a toda la sociedad española la decisiva aportación de los comunistas a la conquista de las libertades?. Tendremos que hacerlo si no queremos que se hagan realidad las palabras del poeta a propósito de las víctimas de Atocha: “si el eco de su voz se difumina, pereceremos”. Nadie ha ido más en serio que Marcelino. Entendió que el movimiento sindical tenía que dar la doble batalla: la de la empresa y la de la calle. En la fábrica, el taller y el centro de trabajo para conseguir las mejores condiciones de vida y trabajo y el la calle para conseguir las libertades, los derechos y mostrar la solidaridad de los trabajadores y trabajadores con sus iguales oprimidos de todos y cada uno de los rincones del mundo. El primer apellido que les dio a las Comisiones Obreras fue y sigue siendo el de sociopolítico. Lo social y lo político o como el decía: unas veces seremos carne con patatas y otras patatas con carne. Nada que afecte a las trabajadoras y trabajadores puede quedar al margen de nuestra participación. “Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar” cuenta en su libro, ‘Confieso que he vivido’. Pero además, añadía: “ni nos van a echar al monte”. La organización de las trabajadoras y trabajadores tendrá que ser protagonista de los cambios sociales sin esconderse, con el reconocimiento de las leyes y de los gobiernos de sus aportaciones. Al recordar a Marcelino se puede llegar a comprender que la derecha del señorito de la yegua en la plaza del pueblo señalando con su vara a aquellos que ese día ganarían el jornal, o los de la especulación con el dinero viajero, o los de los chiringuitos que te hacen rico en unos meses, o los aspirantes a gobernar “como está mandado”, por influencia divina o por cuna; hayan encargado a sus colaboradores mediáticos, pagados o convencidos, que se apliquen la tarea de desmantelar el movimiento sindical con lo que haga falta para que no queden obstáculos que impidan alcanzar sus objetivos. Creo que las personas con compromiso con los valores de la izquierda han sentido ese zarandeo que nos llama a ser más generosos en el esfuerzo y más tenaces en la enorme tarea que tenemos por delante de hacer realidad el sueño de Marcelino Camacho y de otros muchos a los que no podemos decepcionar. Gracias por haber vivido, Marcelino. .