Hacia ninguna parte
No es fácil, a estas alturas de crisis, subirse a la tribuna de oradores y enumerar las grandes líneas a seguir para que este país comience a recuperarse. Rectifico: fácil es; lo difícil es que la gente, nosotros todos, lleguemos a creernos esas cosas. Hay un déficit de ilusión alarmante, un pesimismo generalizado por la cruda realidad que nos rodea y, sobre todo, un peligroso cansancio de que nos tomen siempre por idiotas. Ya no tiene ni gracia recordar o preguntar que fue de la famosa Ley de Economía Sostenible que iba a ser el bálsamo de Fierabrás para todos nuestros males. Ya no tiene sentido preguntar que fue de aquellos brotes verdes que se empezaban a vislumbrar y de los que nunca más se supo. Ya a nadie se le escapa que la famosa luz que un día viera Zapatero -y solo él- anunciando el final del túnel, debió ser un espejismo o una mentira. Ahora han anunciado que van a hacer lo que anunciaron que iban a hacer hace un año y vale todo con tal de que se de la sensación de una actividad febril: comisión interministerial, grandes ajustes, leyes prioritarias, agilización de reformas económicas, una ley sobre la muerte digna* ¿una ley sobre la muerte digna? Si, también, que eso va a dar mucho que hablar y debatir y así tenemos a las tertulias entretenidas. (Resulta tentador -si el tema no fuera tan serio- la urgencia repentina para sacar adelante la ley sobre la muerte digna).
¿Y todo esto en qué se traduce? No se sabe; y es esa sensación la que parece flotar sobre este país: el ciudadano tiene la sensación de que aquí nadie sabe muy bien qué está pasando y cómo atajar lo único cierto que es el paro brutal, el estancamiento de la economía y la dignidad como nación puesta en entredicho por regímenes impresentables. Es que no se sabe muy bien a dónde vamos ni por qué vamos hacia ese sitio. España chapotea en la crisis de todos y al menos sigue a flote mientras Grecia o Irlanda ya no hacen pie. Pero no basta con chapotear, habrá que saber dónde esta la orilla que mas nos conviene y dirigirnos hacia allí en lugar de nadar en circulo. ¿Desde cuando estamos oyendo lo de la economía sostenible? ¿Por qué volvemos una y otra vez a pasar por delante del concepto sin que detrás haya nada? ¿Desde cuándo era urgente la reforma de las relaciones laborales? ¿No quedamos en que las cajas de ahorros tenían que cambiar de arriba abajo? ¿Qué hemos estado haciendo todo este tiempo? Esto parece uno de esos magníficos y desoladores cuadros de Genovés, un paisaje lleno de seres lejanísimos que corren o huyen no se sabe de qué hacia ninguna parte.